Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 29.04.2014

Los seres humanos poseemos siete fuentes de energía para ganar el pulso a la vida y hacer realidad nuestros proyectos y sueños. Tres de ellas son físicas: el descanso, la nutrición y la actividad deportiva. Disponemos también de energía mental, energía emocional, y energía espiritual. Y, por último, existe la energía que nos proporciona aquello que queremos ser, la que nos proporciona nuestro rumbo vital. Dice la investigación que hay tres claves que explican la felicidad humana: el sentido, la esperanza y el propósito.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 25.04.2014

En un estudio se intentó demostrar si una reflexión sobre los valores clave de una persona podía contrarrestar una disminución en las reservas de autocontrol (provocada por una prueba de escritura controlada) de un grupo de participantes a los que se pidió introducir la mano en un tanque de agua helada. Lo que encontraron fue que los participantes que habían reflexionado sobre sus valores, tras haber sido sometidos a la prueba de escritura controlada aguantaban más tiempo con la mano en el agua que los que no lo habían hecho. Es decir, la afirmación de los valores clave logró contrarrestar el agotamiento de las reservas de autocontrol.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 11.04.2014

Es fácil notar el efecto energético que tienen las emociones positivas sobre nosotros: cuando recibimos una buena noticia, cuando alguien nos dedica unas palabras de reconocimiento, cuando cerramos un proyecto con éxito, y, en general, cuando las cosas nos salen bien y la vida nos sonríe, nos sentimos llenos de energía y pensamos que somos capaces de todo. Sin embargo, aún reconociendo ese efecto, demasiado a menudo no somos conscientes de que podemos hacer un uso activo de esa formidable fuente de vitalidad.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 04.04.2014

La investigación muestra que, en cuanto a la consideración que hacemos de nuestras capacidades, hay dos tipos básicos de creencias: en primer lugar, la llamada mentalidad fija, que es aquella en la que la persona piensa que sus capacidades son las que son, y que nada puede hacer para cambiarlas. En consecuencia con ello, estas personas tienden a no enfrentarse con lo que de antemano suponen que no van a poder hacer.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 02.04.2014

Hoy día sabemos que hay dos claves imprescindibles en el éxito, relacionadas pero no idénticas: la fuerza de voluntad y la perseverancia. La primera es la que nos ayuda en el día a día: a salir a la calle a pesar de que llueva, a no comer más de lo necesario, a abrir ese documento que tenemos por fin que concluir, o a no seguir posponiendo una reunión conflictiva. Y la segunda es la que necesitamos para los objetivos a largo plazo, la que implica perseguir una meta durante largo tiempo sin olvidarnos de ella y sin desfallecer a pesar de los contratiempos. 

Sin embargo, casi sin que nos hayamos dado cuenta, ha aparecido un proceso lento pero eficiente que, en las sociedades desarrolladas, está minando nuestra capacidad de tolerar situaciones adversas. Al principio es algo apenas notorio, como el mecimiento ocasional cuando un bebé tiene verdaderas dificultades para dormir. También, la incorporación de ingredientes dulces para evitar el mal sabor de algunos medicamentos. A continuación, la televisión a la hora del desayuno para que sea más sencillo que los pequeños de la casa se porten bien a esa temprana hora. Más tarde, los libros llenos de colores para que resulten llamativos. Por supuesto, las pantallas en los coches para que los niños se entretengan durante los viajes largos, y así sucesivamente. Después de toda una vida siguiendo esa pauta, ya de adultos seguimos necesitando monitores de televisión que nos distraigan del ejercicio en el gimnasio, libros cada vez más breves y sencillos de leer, noticias entretenidas, y revistas llenas de fotografías en las que las ideas esenciales estén claramente destacadas. La comodidad extrema rodea nuestras vidas, y hasta tenemos reposabrazos en el coche, no vaya a ser que el trabajo de maniobrar el volante resulte excesivamente extenuante.   

En ocasiones da la sensación de que todo tiene que ser atractivo o sencillo, o ambas cosas, para que nos decidamos a acometerlo. Hoy día cada vez es más difícil que los niños se involucren en torneos por el mero placer de participar, los universitarios a duras penas se movilizan para una tarea académica si no conlleva el consabido reconocimiento de créditos, y en general cada vez son más las personas que no se implican en aquellas actividades que cuestan esfuerzo. 

La motivación es una pieza fundamental tanto para la fuerza de voluntad como para la perseverancia, y existe en dos formatos: la intrínseca, que es la automotivación, y la extrínseca, que es la que el entorno nos proporciona. En suma, o nos impulsamos nosotros mismos o alguien nos empuja. Por otro lado, según parece indicarnos la ciencia, da la impresión de que un organismo necesita enfrentar determinadas dificultades para fortalecerse. Es un principio que, por ejemplo, parece explicar el origen de ciertas alergias: al vivir en entornos asépticos el cuerpo humano podría no generar determinadas defensas contra algunos alérgenos y, como consecuencia, se debilitaría. Por eso solemos decir que lo que no nos mata nos hace más fuertes. 

¿Y si la motivación funcionara igual? ¿Y si cuanto más fácil y llamativo resulta el mundo menos se desarrolla nuestra capacidad de automotivarnos? Si eso fuera así nos habríamos equivocado con la motivación, al crear un mundo tan fascinante y sencillo que habría arrinconado a nuestra fuerza de voluntad y a nuestra perseverancia, herramientas vitales en cualquier camino hacia el éxito. 

Hay que pensar que si queremos hacer realidad nuestros planes, y sobre todo si perseguimos metas importantes, no podemos confiar en que las cosas van a ser fáciles. O en que habrá alguien para motivarnos en cada pendiente del camino. Por tanto es imprescindible reflexionar sobre cuáles son las claves que nos pueden ayudar a darnos ánimos a nosotros mismos, a extraer energía de nuestras propias convicciones, a dar todavía un paso más cuando nos parezca que estamos agotados y a que, en definitiva, ese combustible indispensable que se llama motivación no dependa únicamente de que el mundo a nuestro alrededor sea atractivo y simple. 

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 30.03.2014

A menudo escuchamos a personas que afirman no realizar actividades físicas porque les resultan agotadoras. Sin embargo, el razonamiento productivo es más bien el contrario: no hay que dejar el gimnasio porque nos cansemos, sino que, al revés, tenemos que pensar que si nos cansamos es precisamente porque no vamos al gimnasio lo suficiente.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 22.03.2014

A menudo no relacionamos ciertos elementos de nuestra vida cotidiana con la productividad, como por ejemplo la alimentación. Estamos acostumbrados a decir a los niños que tienen que comer tal o cual cosa porque es bueno para su salud, y también somos conscientes de la gran importancia que tiene una adecuada dieta para los atletas. Es más, hoy día incluso los deportistas aficionados empiezan a serlo también a los complementos y suplementos nutricionales.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 15.03.2014

 

Por algún motivo perdido en la historia, en el que parece ser que Edison tuvo algo que ver, dormir o simplemente descansar se han teñido de connotaciones negativas o  simplemente nos parecen intrascendentes. Y así es que hemos arrinconando al reposo a la última preocupación de nuestra vida cotidiana, olvidando que es uno de los tres pilares de la energía física para el ser humano, y por tanto de la productividad, junto con la nutrición y el ejercicio.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 04.03.2014

Cuando una persona lee o escucha algo su mente se activa y recrea su propia versión de aquello que está registrando. Si es una novela se imagina personajes y paisajes, si es una película evalúa posibles hipótesis sobre su posible evolución y desenlace final, y si es una conferencia elabora mapas de conceptos y relaciones. El ser humano es la única criatura conocida con la capacidad de utilizar significantes diferenciados que representan fragmentos de la realidad, y por eso algo tan aparentemente trivial como contar una historia resulta tan imprescindible hoy en el mundo de los negocios: porque si se hace bien, su trama penetra en la intimidad de la nube de relaciones de la persona que escucha, mezclándose en ella y contribuyendo a la construcción de sentido 

Una presentación, una conferencia o la descripción de un producto son arquitecturas narrativas efímeras, historias que, como todos los servicios, se consumen mientras se prestan, dejando únicamente el recuerdo de lo que fueron capaces de construir en la mente de quien las escuchó. Su complejidad, pero también su belleza, está en la manera en la que se entretejen con la audiencia provocando significados y despertando emociones. Por eso todo esfuerzo que se dedique a desarrollarlas será poco. 

Sabemos que el valor percibido de un producto o servicio se incrementa significativamente si va acompañado de una buena historia. Puede que en más de un dos mil por cien. Solo este asombroso dato es más que suficiente para plantearnos seriamente dedicar más tiempo y esfuerzo a crear estas arquitecturas narrativas que, si bien son efímeras, pueden tener un efecto contundente. 

Han hecho falta décadas de aplicaciones para hacer presentaciones para que nos diéramos cuenta de que, esta vez, el medio no es el mensaje, de la misma manera que han hecho falta décadas de efectos especiales en el cine para que nos percatáramos de que lo importante sigue siendo el guión. Ni la más sofisticada diapositiva ni el más complejo de los efectos especiales van a conseguir nunca conmover como lo puede hacer la ancestral capacidad del ser humano para contar una gran historia. En ese sentido tenemos que reconocer que la tecnología, que tantas bondades nos regala, está minando de manera importante nuestra capacidad para el storytelling. Pensamos que porque colocamos una gráfica de barras en una diapositiva ya está claro su mensaje, de la misma manera que creemos que porque rellenamos otra con una serie de bullets ya hemos conquistado a los que nos escuchan. Pero ni las gráficas de barras, ni los bullets, ni los esquemas que con tanto esfuerzo elaboramos dicen, por sí mismos, nada de lo que queremos decir. Porque son concretos y estáticos, y porque están aislados. Es posible que cuenten otras historias, pero no la nuestra. Necesitan del talento humano para cobrar vida, para relacionarse, para hincharse de valor y seducir al auditorio.  

La tecnología puede añadir eficiencia a la comunicación, pero la eficacia es otra cosa. Contar el qué, el cuándo, el cómo y, sobre todo, el por qué, todos ellos mezclados en una historia con introducción, nudo y desenlace, siguen siendo a día de hoy las claves de la comunicación eficaz, la que realmente logra impactar. Por eso todos los que tenemos que hablar en público deberíamos intentar, al menos una vez, crear una de estas arquitecturas narrativas efímeras sin soporte alguno más allá de nuestras palabras y gestos. Sólo así, liberados de la necesidad de producir una diapositiva tras otra, podríamos centrarnos plenamente en lo que queremos decir y a quién. La aparición de la imprenta en Europa hizo que las obras narrativas en prosa germinaran exponencialmente, y entonces descubrimos que los seres humanos somos geniales novelistas. Entre otras cosas porque todos sabemos contar bien la historia de nuestra propia vida, esa en la que siempre tenemos el papel protagonista. Lo único que tenemos que hacer es concentrarnos en utilizar ese talento en la creación de magníficas historias que conquisten a nuestro público.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com