La conciencia embargada

La conciencia es como un lienzo que se pinta con una idea diferente a cada instante. Es un fenómeno que ocurre miles de veces al día. En un momento estamos pensando en el informe que debemos hacer por la tarde y, al segundo siguiente, nuestra mente vuela y se posa en el hecho de que necesitamos comprar yogures. Y a continuación traemos a nuestra memoria a Pilar, una amiga del instituto con la que nos encontramos el otro día al bajar del metro.

Si nos concentramos en algo, por ejemplo en una película o en el estudio de un problema, logramos mantenerlo fijo en nuestra conciencia durante unos minutos. A veces durante más tiempo. Pero en cuanto dejamos de esforzarnos el flujo de conciencia toma el mando y nos vuelven a cruzar asuntos de lo más diversos cada pocos segundos.

Nadie sabe por qué se nos aparecen unos pensamientos y no otros. Es un mecanismo que habita en nuestra mente no consciente y que a veces parece aleatorio. O caprichoso. Aunque lo cierto es que sabemos que no lo es, porque todas nuestras grandes ideas dependen de él. De hecho, todas las grandes ideas de la humanidad están basadas en este inadvertido aunque sofisticado ingenio.

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