Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 02.04.2011

En nuestra vida profesional estamos muy acostumbrados a la gestión de cadenas de valor y hemos adoptado metodologías variadas que fijan objetivos, establecen acciones y evalúan resultados, y desde hace años todos estamos concienciados de la necesidad de la gestión estratégica y de la mejora continua para la supervivencia de las empresas. No sé si usted tendrá la misma impresión, pero a mí me llama la atención la cantidad de tinta que se ha vertido sobre la diferenciación y la mejora continua en las organizaciones, y lo poco que se ha pensado sobre cómo estos conceptos se pueden aplicar a los seres humanos.

Una vez le oí decir a Michael Porter que si las batallas se libran únicamente en el terreno de la reducción de costes lo que se logra es estrangular cada vez más a los departamentos que agregan valor a la cadena, y esto puede acabar comprometiendo seriamente la viabilidad de la compañía. Lo oportuno por tanto es jugar la carta de la diferenciación y hacer propuestas únicas que establezcan diferencias claras. Si el cliente ve dos productos idénticos comprará el más barato, pero si son distintos adquirirá uno u otro dependiendo de las características que tengan. Esta es la clave del pensamiento estratégico, que es a las empresas lo que la brújula a los barcos.

Supongo que reflexionamos poco sobre el hecho de que a las empresas las tensiones del mercado les instan a una evolución constante y a luchar por seguir a flote, mientras que los seres humanos, al menos en apariencia, no sufrimos esta presión. Y quizá esto es lo que nos lleva a evolucionar de modo desatendido o, mejor dicho, a no evolucionar. Las personas carecemos de estrategia: navegamos mar adentro sin rumbo. Por eso yo me pregunto: ¿qué aportamos cada uno de nosotros de diferente a las personas que trabajan a nuestro lado, a nuestros clientes, a nuestra empresa? ¿Y cómo mejoramos lo que ofrecemos?

Hoy se habla mucho de marca personal, de cómo posicionarnos, de networking y de mil cosas más, que sin duda llaman la atención sobre la dimensión individual del tejido productivo. Sin embargo tenga en cuenta que una cosa es cómo los demás le perciben, que es una cuestión de marketing, y otra es quién es usted y quién quiere ser, que es una cuestión de estrategia. A mí siempre me ha gustado más la estrategia que el marketing.

Yo pienso que el valor empresarial comienza generándose dentro de cada persona para luego producirse a escala organizacional: hay que microproducir para macroproducir. Por eso pensar estratégicamente en nosotros mismos no sólo nos ayuda a crecer, sino que ayuda a crecer a la empresa.

Ahora bien, lo más importante, en la empresa y en la vida, en la vida de las empresas y en la empresa que es la vida, es cuál es el rumbo, hacia dónde nos dirigimos, hacia dónde va cada uno de nosotros y, sobre todo, si hoy estamos o no más cerca del puerto al que queremos llegar.

Una vez definida la dirección luego solo es cuestión de encontrar la fuerza que hinche las velas pero, y esto es importante, sin intentar hacerlo todo a la vez, porque es muy cierto que no se puede navegar a saltos. Aunque sí se puede, y yo creo que se debe, intentar una cosa nueva cada semana, o cada mes, o cada seis meses. El caso es no dejarnos ir por el día-a-día, ese fenómeno tan intangible como cruel que nos arrastra como la marea y nos deja arrugas en la cara, y a veces en el alma, sin que hayamos podido saber siquiera qué fue exactamente lo que las causó.

Y usted, ¿sabe hacia dónde se dirige?

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 01.03.2011

Desde hace algún tiempo vengo pensando sobre una de esas verdades que de tan evidente a veces se nos oculta, escondiéndose por ahí y consintiendo que nos dediquemos a otras cosas y desviando por tanto nuestra atención de lo que es realmente esencial: las personas son importantes. Las personas son las que imaginan los productos y servicios que pueblan el mercado, y son también los que los adquieren y utilizan. Son personas quienes suben y bajan los impuestos, y también quienes los pagan o por el contrario disfrutan de mayor renta. Las personas son quienes lideran las empresas con mensajes que cautivan, y también las que se dejan seducir por ellos. Las personas lo son todo. Yo pienso que hemos aprendido mucho últimamente, lo suficiente como para no seguir considerando que las personas son recursos de las empresas, por mucho que el salario sea contablemente un gasto.

No hay futuro en atornillar mecánicamente ideas a las cabezas de las personas, como no lo hay en tener que vigilar para garantizar que las tareas se cumplen. Las empresas no pueden industrializar a sus empleados como industrializan la energía o las comunicaciones. Entre otras cosas porque no es rentable, pero sobre todo porque el crecimiento siempre se genera desde el interior del individuo. Por eso es necesario que además de invertir en formación y desarrollo quienes lideran comprendan que la generación de valor en las empresas está en la creatividad, iniciativa y responsabilidad de las personas que trabajan en ellas. Por eso es necesario saber cómo son, cómo funcionan y qué les motiva. Y esto es cierto también para quien dirige: conocer a otros es imprescindible, pero no lo es menos que conocerse a sí mismo.

Aprender sobre el ser humano no tiene por qué ser complicado, sino que puede hacerse poco a poco, con cosas sencillas. Déjeme poner un ejemplo: hace algún tiempo se publicó un estudio que mostraba que adquirir un lenguaje no verbal abierto y expansivo, lenguaje de líder, lleva a las personas a experimentar un sentimiento de poder y tolerancia al riesgo, y ello solo al cabo de un minuto de adoptar la postura adecuada. La clave está en que, lo crea o no, la postura altera el patrón hormonal del individuo. Es fácil sacar una conclusión práctica de esto: la próxima vez que lidere una reunión, la próxima vez que esté frente a otras personas y que haya algo importante en juego, intente adoptar una postura acorde con la situación, con su rol, con lo que va a decir o con lo que en el fondo quiere decir. Respire hondo, mire a las personas a los ojos, extienda su cuerpo y siéntase cómodo en el espacio que ocupa. Créase su personaje. Su auditorio lo percibirá diferente y, lo que es más importante, usted se sentirá diferente.

En el interior de las personas hay muchas cosas sobre las que podemos aprender. Algunas de ellas están bastante demostradas y otras menos, pero no se trata de esperar a que todo esté comprobado a ciencia cierta ni de que haya centenares de pruebas que apunten en una única dirección. A veces es mejor simplemente permitirse probar si algo funciona o no. No se pierde tanto. Y se puede ganar mucho.

Estoy persuadido de que saber sobre personas es crucial para quien ostente un cargo de responsabilidad, y no se me olvida que quien ostenta un cargo de responsabilidad es también una persona. Por eso aquí hablaremos sobre personas, para personas.

Bienvenido. Bienvenida.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com