Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 14.06.2017

Décadas hablando de creatividad, y últimamente de innovación, y sigue sorprendiendo la frecuencia con la que este término se mezcla, confunde o contamina con otros que, aún formando parte de su constelación de significados, son diferentes. Ni la creatividad se circunscribe únicamente al mundo del arte, ni tiene necesariamente que ver con la expresión emocional o con la necesidad de manifestar el mundo interior de las personas. La creatividad, por otro lado, tampoco es un universo oculto ni misterioso.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 07.06.2017

En 1817 el joven escritor Henri Beyle visitaba Florencia cuando entró en la basílica de la Santa Cruz. La sensación que le produjo la belleza que allí contempló probablemente se acumuló a la que venía experimentando a lo largo de su paseo por la ciudad, y simplemente no pudo más. De repente, sintió palpitaciones, vértigo y confusión. “Me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme», escribió. Desde entonces, estos síntomas se conocen con el nombre de “Síndrome de Stendhal”, el seudónimo con el que Beyle escribía.

Muchas personas que visitan Florencia en particular, y la Toscana en general, coinciden en afirmar que es un lugar mágico, una rara estrella en el firmamento de la creación, donde la belleza puede llegar a conmocionar. Por eso es interesante preguntarse qué pudo provocar el desencadenamiento de una fuerza creativa tan arrolladora, de hecho la única manifestación de belleza que es capaz de provocar psicopatología.

Un análisis ciertamente superficial seguramente diría que el genio creativo se desarrolló debido a la financiación que proporcionaban los mecenas. Sin embargo, esto solo explica la condición, no la causa, pues es muy evidente que los recursos económicos, por sí mismos, no necesariamente fomentan la creatividad.

Una hipótesis mucho más interesante es que el talento creativo surgió por lo que conocemos como el “efecto Medici”, que nos dice que las ideas innovadoras surgen en la intersección entre distintas esferas del conocimiento y el arte. Según esta visión, lo que realmente potenció la creatividad durante el Renacimiento fue la fricción entre distintas disciplinas, como la filosofía, la ciencia o la arquitectura. De la misma manera que, mucho tiempo más tarde, la gastronomía molecular surgió entre la cocina, la física y la química, que la biomimética apareció entre el diseño y la observación de la naturaleza o que el psicodrama nació en la intersección entre el arte dramático y la psicología.

Desde el ideal renacentista del genio que sabía de todo hasta el paradigma de la superespecialización que acampó entre nosotros a finales del siglo XX se extienden casi quinientos años de evolución, en los que la ciencia ha ido creciendo de un modo abrumador. Tanto que en un momento casi llegamos a creer que el éxito profesional solo podía venir del dominio profundo de un área del conocimiento. Así apareció la idea de que los profesionales tenían que cavar en sus respectivas áreas de conocimiento todo lo profundo que pudieran, hasta obtener un altísimo grado de maestría. Sin embargo, hoy día observamos fenómenos que parecen querer acabar con ese paradigma, o al menos cuestionarlo.

El primero de ellos deriva precisamente de la idea de que existan profesionales en la empresa que han cavado tan profundo en sus áreas de especialización que son incapaces de comunicarse con otros, que viven en otras cuevas: profesionales de las finanzas que no entienden el marketing, especialistas en marketing que no entienden la tecnología, y expertos en tecnología que no saben hablar el lenguaje de las finanzas.

El segundo tiene que ver con el trepidante dinamismo de la economía y su influencia sobre los perfiles profesionales. Incluso la más superficial mirada sobre el mercado de trabajo nos devuelve la rotunda conclusión de que muchos de los empleos que son hoy tendencia hace algunos años ni siquiera existían: desarrollador de apps, wedding planner, bloguero, personal shopper, community manager, monitor de zumba, personal trainer o especialista en SEO. Todas ellas son profesiones que no se han encontrado al final de una larga trayectoria de especialización, sino que simplemente han surgido de manera paralela, de ideas e iniciativas nuevas.

La única manera en que los profesionales que viven en silos pueden comunicarse entre sí, y también la única forma en que otros pueden dar el salto a profesiones diferentes es el conocimiento transversal. Hace no tanto un estudio demostraba que los científicos poseedores del Nobel muestran una afición al arte y a las manualidades superior al de otros científicos. Si incluso en el mundo de la ciencia, único reducto donde la superespecialización parece ya posible, el conocimiento transversal potencia las habilidades de investigadores de primera línea, cuánto más no ayudará a cualquier otro tipo de profesional.

Tal vez el paradigma de la superespecialización haya muerto. O al menos tal y como lo conocemos. Tal vez, quinientos años después, tengamos que volver a mirar y a admirar a aquellos genios renacentistas y pensar que ni la ciencia ni el progreso pueden evolucionar desde silos donde no es posible el diálogo con otros ámbitos ni la reinvención profesional. Tal vez estemos en la era del necesario regreso de Da Vinci.

 

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Huffington Post, Inspiración, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 31.05.2017

Parece ser que las ovejas negras eran menos apreciadas que las blancas debido a que su lana era peor valorada en el mercado. Y quizá ahí comenzara esa tendencia desgraciadamente tan humana a despreciar al que es diferente. Una inclinación quizá más frecuente hoy en día, cuando la propensión a confiar en la sabiduría colectiva, en forma de opiniones mayoritarias en las redes sociales, parece ser la base de cualquier decisión individual.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 24.05.2017

A comienzos de los años sesenta un motero neozelandés subió su arcaica Indian en un carguero y viajó por primera vez hasta Bonneville Salt Flats, en Utah. Lo extraordinario no es que lograra un récord de velocidad en aquel circuito haciendo que su moto literalmente volara a trescientos kilómetros por hora (cuando originalmente no pasaba de noventa). Lo verdaderamente increíble es que en aquel momento él tenía sesenta y ocho años. Se llamaba Burt Munro y nos legó varias importantes lecciones sobre el talento.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 17.05.2017

Escena de película: chico conoce a chica en un bar y, como le chifla, le cuenta en dos minutos su propuesta de valor. Quiere formar una familia con dos o tres hijos, tiene un trabajo con modestos ingresos aunque espera que le asciendan en breve, y sus padres son gente sana y buena. No fuma, no bebe, hace deporte y, entre sus aficiones, que espera compartir con ella, están la música indie y la cocina.

Al final de sus dos minutos le dice que, por todo lo antedicho, quiere casarse con ella. Evidentemente, chica escucha a chico completamente horrorizada y abandona el bar en apenas una fracción de segundo.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 10.05.2017

El mundo profesional y el mundo personal en realidad no están tan lejos. Fuera de unos pocos convencionalismos que tienen que ver con el atuendo, el vocabulario y algún ritual que otro, tanto a un lado como al otro de la frontera que separa ambas esferas lo único que hay son personas que viven vidas. Personas que tienen pensamientos y emociones y que se relacionan con otras. Y esas relaciones, en el fondo, siguen los mismos principios tanto en el ámbito profesional como en el personal. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 03.05.2017

Puede parecer una verdad obvia, pero para saber estar primero hay que estar. Y la presencia, la manera que tenemos los seres humanos de situarnos frente a los demás, es una de las cualidades más frecuentemente ignoradas y sin embargo más interesantes de observar y desarrollar. Hay personas que siempre se nota que están, y en el otro extremo están quienes nadie nota que faltan. Por otro lado, no solo se trata de estar presentes, sino de que los demás nos perciban como queremos que nos perciban. Ninguna de ambas habilidades resulta fácil. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 26.04.2017

De todas las habilidades que hay dentro de esa imprescindible competencia que es el saber estar una de las más relevantes, aunque también de las más complejas, es la que podríamos llamar “acción contextual”. Rodeando a cualquier tarea que implique a más de un profesional hay un contexto que es imprescindible analizar, entre otras cosas porque el criterio estrictamente técnico no es siempre el más importante. Aunque lo parezca.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 17.04.2017

Como si el mundo se hubiera convertido en una descomunal sala de teatro, los seres humanos que lo habitamos nos estamos transformando en pequeños personajes que actúan constantemente frente a una audiencia, en general igualmente pequeña, buscando su ración de micro-fama. Y así, lenta pero imperceptiblemente, el culto a la actuación se está convirtiendo en una pauta de vida.

Vamos de vacaciones, cenamos en un restaurante, acudimos al cine, compramos un coche, cocinamos, corremos, y así sucesivamente. Pero no toda nuestra vida pasa a las redes sociales, sino únicamente lo que es susceptible de convertirse en una actuación interesante para nuestra pequeña audiencia. Solamente lo que nos puede dar ese reconocimiento sin el cual parece que ya no podemos vivir. Esas acciones, y solo esas, son seleccionadas, filtradas y ubicadas en nuestros perfiles. Más el hacer que el sentir o el pensar. Y, en muchas ocasiones, más el aparentar que el ser.

Y así, la vida realmente íntima se oculta, mientras hacemos públicas construcciones narrativas deliberadas que, en muchas ocasiones, se alejan sustantivamente de lo que realmente somos. Y así, creamos personajes que relatan lo que hacen, en un constante intento por mantener entretenida y fascinada a la audiencia. Buscamos la admiración ajena hacia ese pequeño personaje que hemos creado, a pesar de que la vida de quien se oculta detrás no sea siempre tan brillante ni tan emocionante como parece. La vida que en realidad vivimos siempre tiene luces y sombras, con un matrimonio acaso feliz pero con un mal jefe, con dificultades económicas pero con buenos amigos, o con suficiente tiempo libre pero con alguna enfermedad inquietante. Nuestra vida en las redes sociales, sin embargo, es una moneda que solo tiene una cara.

Antes la mayoría de las interacciones se llevaban a cabo con un grupo muy reducido de personas, y era un lugar común afirmar poseer muchos conocidos, pero pocos a quien realmente llamar amigos. Sin embargo hoy día, y pese a que casi todo el mundo conserva ese círculo íntimo, es habitual relacionarse con centenares de personas a las que las redes sociales llaman amigos, pero a las que, en muchos casos, incluso el calificativo de conocidos les quedaría grande. Sin embargo, hoy el énfasis está en este segundo grupo, porque ellos constituyen la audiencia. Ellos son los que pueden darnos esa micro-fama que buscamos.

Es más bien evidente que todo el tiempo que invertimos en crear y alimentar esos pequeños personajes antes lo dedicábamos a otras tareas. En lugar de buscar posicionarnos en el complejo mundo de las redes sociales nos dedicábamos quizá a charlar con nuestra familia o amigos, o tal vez a leer o a pasear.

En general, los actores saben que son actores, y son conscientes de la distancia entre si mismos y los personajes que interpretan. La gran pregunta es si, después de todo ese tiempo y esfuerzo, todos los que debutamos a diario en las redes sociales captamos esa misma diferencia, o si por el contrario hemos empezado a creernos nuestros propios personajes.

 

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 12.04.2017

Una de las dimensiones importantes de esa competencia que podría llamarse saber estar es la de adoptar de manera constante el rol profesional que se desempeña en la empresa. Una mal entendida cultura del “ser uno mismo”, o un entrenamiento profesional superficial, lleva a muchos profesionales a dejarse llevar por sus pensamientos y emociones conduciéndose exactamente como lo harían en su vida personal. Es más que evidente que la autenticidad es una aspiración natural en cualquier relación, profesional o no. Sin embargo, de la autenticidad al abandono del rol hay una larga distancia.

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