Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 27.06.2018

Una de las más turbadoras afirmaciones que la investigación ha demostrado últimamente en relación con el éxito es que la experiencia no hace maestros. Es decir, que los médicos no son mejores médicos solo por el hecho de ejercer muchos años la medicina, que los profesores no son mejores únicamente por haberlo sido durante mucho tiempo, y que ningún deportista mejora solamente por salir al terreno de juego.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 05.04.2017

Aunque suene exagerado, los conocimientos técnicos se han convertido prácticamente en commodities. Es decir, hoy día son mercancías casi indiferenciadas. El mercado compra y vende todos los días servicios de ingeniería, abogacía, medicina o finanzas. En parte por la afortunada popularización del conocimiento, salvo un grupo muy reducido de profesionales altísimamente especializados, cada vez más la excelencia en el puesto de trabajo no deriva del conocimiento técnico, sino de las habilidades transversales.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 18.01.2017

El éxito es una aspiración universal porque, aunque la definición más extendida se centra en la posesión de lo que la sociedad valora, como por ejemplo el dinero o la fama, en realidad la mejor manera de definirlo es decir que es la obtención de aquello que cada persona busca en la vida. Sea en la profesional o en la personal. Así, para algunas personas el éxito está en dejar de fumar, para otras tiene que ver con lograr un determinado puesto de trabajo, mientras que para otras llegará cuando por fin concluyan ese proyecto tan importante que les quita el sueño.

En general, una característica común a cualquier búsqueda del éxito es que implica, en mayor o menor medida, la necesidad de superarse. Y no prestar atención a ese hecho es precisamente el motivo por el cual muchas personas no logran lo que se proponen.

Situada en el panorama del conocimiento por Ericsson y su equipo y popularizada por Malcom Gladwell en Outliers, está ampliamente difundida y aceptada la idea de que para lograr algo verdaderamente significativo en cualquier ámbito son necesarias al menos diez mil horas de práctica deliberada. Decía Michael Phelps que cualquier cosa es posible si estamos dispuestos a realizar los sacrificios que ello implica. Y esta es precisamente la omisión que hace que muchas personas no lleguen a conseguir aquello que se proponen.

El camino hacia el éxito, cualquier éxito, implica superación y sacrificio. Y lo que aleja a muchas personas de conseguir lo que se proponen es lo que podríamos llamar la percepción de singularidad, es decir, la creencia errónea de que esa superación y ese sacrificio sólo les es requerido a ellas, y no a los demás.

Para correr largas distancias hay que entrenar mucho, y eso significa sufrir y en muchos casos madrugar. Crear una empresa conlleva preocupaciones y desvelos. Y concluir una tesis doctoral, en la mayoría de las ocasiones, implica estar trabajando mientras otros están de vacaciones. Quienes piensan que los madrugones, los desvelos o la privación de las, seguramente, muy merecidas vacaciones, son requerimientos que solo les afectan a ellos, caen en el error de singularizar o personalizar lo que en realidad es general, y es que éxitos importantes conllevan esfuerzos importantes.

Son incontables las personas que piensan que no están dotadas para los idiomas, o que su constitución física les aleja de conseguir metas importantes en el deporte. Posiblemente tantos como los que se autoconvencen creyendo que en realidad fumar les gusta, para alejar así los malos espíritus del sufrimiento que les provocaría dejarlo. En el otro lado están quienes, como Phelps y muchos otros, están dispuestos a entregarlo todo a cambio de una victoria, quienes no ven rivales sino en sí mismos, y quienes han hecho de la superación su estilo de vida. Personas que no dramatizan ni singularizan los sacrificios, y que no se sienten especiales por sufrir sus efectos durante el camino. Aunque sí por haberlos dominado y dejado atrás cuando por fin llegan a la meta.

 

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 19.10.2016

Da la impresión de que últimamente el sueño de cualquiera, particularmente de los jóvenes, es crear un vídeo que genere millones de visitas para vivir de los contratos de publicidad que genere, o acudir a un programa de telerrealidad para convertirse en una celebrity instantáneamente. En este contexto quizá convenga volver la mirada a los orígenes de quienes probablemente puedan ser calificados como unas de las más influyentes celebrities de todos los tiempos: The Beatles.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 02.09.2016

Seguramente has visto a esos hámsters que corren constantemente dentro de una rueda sin llegar a ninguna parte, de la misma forma que nosotros corremos en el gimnasio sobre una cinta de correr, también sin movernos del sitio. Pues, aunque no lo parezca, estos ejemplos son una impresionante metáfora del motivo fundamental por el que a veces no logramos ser más felices. Tanto que el efecto que lo explica se llama precisamente así: el efecto de la cinta de correr.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 05.07.2016

Una de las canciones míticas de los 80 fue escrita e interpretada por Michael Sembello para una imborrable escena de Flashdance. En ella, la aspirante a bailarina profesional Alex Owens se entregaba en cuerpo y alma a un agotador entrenamiento interválico de alta intensidad, o al menos a lo que podría ser su equivalente por aquel entonces.

Mientras Alex sudaba con profusión, Sembello la revestía con Maniac, un tema motivacional y rítmico cuya idea central es ese momento en el que, impulsado por su necesidad de llegar a lo más alto, el empuje del artista lleva su deseo de triunfar hasta la obsesión. Es la zona de peligro, dice la letra, cuando el bailarín se convierte en el baile y el don se transforma en fuego, cuando todo ocurre en el camino entre la fuerza de voluntad del artista y aquello que aspira a ser.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 12.05.2016

Quizá no te suene, pero tal vez nunca en la historia de la humanidad ha habido una modelo más hermosa que una joven del Renacimiento llamada Simonetta Vespucci. Era considerada la reina de la belleza y, además de en otras obras, fue inmortalizada por Botticelli en El Nacimiento de Venus, dejando más que patente su hermosura.

Como toda mujer atractiva, Simonetta levantaba pasiones por donde pasaba, entre ellas las de Americo Vespucci, quien seguramente bebía los vientos por ella. Sin embargo, la bella Simonetta estaba enamorada de Marco Vespucci, primo de Americo, con quien finalmente contraería matrimonio.

 

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, El Economista, Psicología del éxito / 23.07.2015

Las excusas son uno de los inventos del ser humano que resultan más dañinos para la productividad. Una excusa es básicamente una pirueta creativa que nos aleja de lo que es nuestro deber, disminuyendo así nuestro rendimiento y alejándonos de nuestros objetivos. Están directamente emparentadas con otra importante debilidad, que es dejar para mañana lo que tenemos que hacer hoy. Excusas y procrastinación son dos aliados perversos que deberíamos erradicar de nuestro mundo profesional.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 02.07.2015

La historia de la navegación nos proporciona una bellísima metáfora de lo importante que es para el ser humano saber dónde está y a dónde se dirige. En tiempos remotos, cuando los barcos surcaban los mares, había dos problemas que tardaron siglos en resolverse. Hoy, que cualquier smartphone incorpora geolocalización vía satélite, nos cuesta trabajo entender que verdaderamente se tratara de retos complejos. El primero era el problema de la latitud, es decir, los marineros necesitaban saber en qué punto se encontraban respecto al eje Norte-Sur. Esto fue resuelto relativamente pronto, puesto que sabemos que a diario, en una determinada latitud, exactamente al mediodía, el sol no produce sombra alguna sobre una vara clavada en la tierra. Si en ese mismo momento se produce alguna sombra es porque el barco está más al norte o más al sur de la posición neutra. Lo demás fue una cuestión de crear tablas que determinaran todas las posibilidades que se podían dar. Más difícil fue el problema de la longitud, es decir, determinar en qué punto se encontraba un barco en el eje Este-Oeste. Sorprendentemente, al final la dimensión que resolvió el problema no fue la distancia, sino el tiempo. Si un barco llevaba a bordo un reloj muy preciso (lo llamaron cronómetro marino) que siempre marcase la hora del lugar de origen, sería posible calcular la diferencia horaria respecto al punto de partida y por tanto estimar la longitud. Sin esas dos simples medidas debía ser arriesgado enrolarse en una expedición por mar, puesto que las probabilidades de perderse eran altas, máxime cuando los barcos de vela no tenían las posibilidades que hoy tienen de navegar casi con cualquier dirección del viento.

De igual manera, para los seres humanos navegar por la vida es altamente arriesgado si no sabemos dónde estamos ni a dónde queremos llegar. Todo en la vida cuesta tiempo y esfuerzo, y es un derroche dedicarnos a tareas que no aportan ningún valor. Por eso lo más importante en la vida, como en la navegación, es saber dónde estamos y a dónde queremos ir. Lo demás se ajusta en función de esos parámetros. Posiblemente por eso decía Gene Kranz, antiguo director de vuelo de la NASA, y el hombre que trajo de vuelta a los astronautas del Apolo 13, evitando así un desastre de consecuencias fatales, que lo malo no es no cumplir un objetivo, lo malo es no tenerlo.

El rumbo vital es la dirección que una persona toma como misión en la vida, más allá de los patrones preestablecidos que la sociedad le propone, tales como cursar unos estudios, obtener un puesto de trabajo, formar una familia o irse de vacaciones en las épocas de descanso. Como bien explica Jim Loehr en “The power of story”, las historias que nos contamos a nosotros mismos y que contamos a los demás determinan en buena medida el rumbo que escogemos en la vida, y por tanto nuestro éxito o fracaso. Todos vivimos en una historia, en una película de la que somos protagonistas, y es fácil ver que mientras que unas personas viven en dramas o en tragicomedias, otras viven en películas bélicas o en epopeyas heroicas. En la vida, al igual que en el cine, hay grandes producciones, telenovelas, comedias de situación y una larga serie de narrativas vitales cuya calidad e impacto difiere significativamente de unas a otras.

No es lo mismo definirse como “emprendedor”, como “empresario”, o como “director”, que decir que lo que un profesional hace es “dedicarse a mejorar la vida de las personas a través de la tecnología”, que su trabajo consiste en “apoyar la creación de valor a través de la generación de ecosistemas de talento”, o que su misión es “incorporar la comunicación sincera en la gestión de la experiencia de cliente”. Cuando una persona declara una misión relevante y se siente parte de un proyecto de envergadura, percibe que su aportación a este mundo es importante y todo cobra sentido.

A menudo deberíamos reflexionar sobre esa palabra, “sentido”, porque se relaciona con dos conceptos que son de aplicación a esta idea de rumbo vital, y que podrían, metafóricamente, corresponder a la latitud y a la longitud. Por una parte, “sentido” está relacionado con “dirección”, es decir, rumbo. Por otro lado, “sentido” es sinónimo de “significado”. El motivo por el que esto es importante es que la ciencia ha mostrado recientemente que una de las claves de la felicidad es poseer un propósito en la vida – una dirección-, que lo que hacemos tenga un sentido –un significado- y que mantengamos la esperanza necesaria para conseguir nuestros propósitos. Dos de estas claves tienen que ver con la doble interpretación del término “sentido”.

Muchas personas llegan a esa situación no por fértil menos desagradable que se llama la crisis de la mediana edad y descubren que aquello que un día quisieron ser está tan alejado de lo que son que la vida parece no tener sentido: ni dirección ni significado. Es un ejemplo contundente de que haber trazado una narrativa biográfica dentro de la cual haya una misión esencial en la vida es una clave indiscutible del éxito. Otro ejemplo claro lo aportan todos aquellos profesionales que, en un momento de su trayectoria, deciden iniciar una vía de reinvención profesional paralela a la que hasta el momento han llevado. En muchos de estos casos se trata de ocupaciones creativas o que tienen que ver con el conocimiento y que, en cualquier caso, desarrollan una vertiente más personal. Abundan los directivos que, por ejemplo, han decidido comenzar a impartir clases en escuelas de negocios, a escribir libros o a participar en redes de conocimiento compartido. No es difícil ver en esas líneas de desarrollo paralelo un intento de agregar significado a su vida profesional. Quizá estos profesionales sienten que su trayectoria se ha desviado de lo que en el fondo quieren aportar en esta vida, y buscan de esta manera reajustar su rumbo.

Al fin y al cabo, a quienes trabajamos en la arena empresarial esto no debería sorprendernos, puesto que el rumbo vital es a las personas lo que la misión y visión es a las empresas. De hecho casi podríamos decir que la misión es el significado y la visión es la dirección, porque la misión es lo que somos, lo que hacemos hoy, es decir, lo que da significado a nuestra actividad, mientras que la visión es lo que pretendemos ser o cómo pretendemos que sea el mundo gracias a ella, es decir, la dirección en la que nos movemos. Sea como sea, lo que es evidente es que ningún miembro de un comité ejecutivo sería capaz de gobernar una empresa sin estrategia. De esa misma manera, tendríamos que pensar que es difícil que consigamos el éxito si nosotros mismos carecemos de ella.

Hoy, que tanto se habla de marca personal, deberíamos tener en cuenta que se trata solamente de eso, de una marca. Un sello, sí, personal, pero que debe estar asentado sobre una estrategia. No hay marca si no hay empresa y, de la misma manera, si no hay un rumbo, la marca personal será únicamente un anuncio vacío sobre un profesional que camina sin dirección ni sentido por el sendero de su desarrollo, de la misma forma que un barco navegaría sin conciencia de su latitud o longitud. Por eso dice un antiguo adagio que siempre soplan malos vientos para el que no sabe dónde va.

Como magistralmente recoge Daniel Pink en “La sorprendente verdad sobre qué nos motiva”, lo que auténticamente nos mueve como seres humanos no tiene que ver solo con recompensas o sanciones, ni únicamente con nuestra supervivencia, sino que existe un tercer impulso que nos hace actuar sin necesidad de otro tipo de motivación, porque forma parte de lo que de verdad nos interesa y conmueve, de lo que nos desafía. Partir de ese impulso para escoger cuidadosamente nuestra misión y definir una narrativa vital que fije un rumbo para nuestros esfuerzos, dedicarle tiempo y recursos, evaluar cada cierto tiempo a qué distancia nos encontramos y, tal vez, modificarlo de cuando en cuando, son tareas indispensables para conseguir dotar a nuestra existencia personal y profesional de verdadero sentido, en su doble acepción de dirección y significado.

Lo único que nos faltaría entonces para lograr nuestros propósitos es albergar la esperanza de que finalmente lograremos llegar al puerto de destino.

Artículo originalmente publicado en www.gestion.com.do