Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 07.03.2018

La mayoría de las acciones de formación se realizan en grupo por una obvia cuestión de optimización de recursos y esfuerzos. Sin embargo, a menudo esa manera de proceder oculta un hecho tan importante como obvio, y es que cada ser humano aprende de una manera diferente.

Una persona puede perfectamente aprender algo escuchando o leyendo. Sin embargo, con toda seguridad, a su lado habrá otra que necesita relacionarse con la realidad de forma gráfica y que, por tanto, no acabará de comprender hasta que no vea un esquema o una ilustración. A su vez, junto a ella habrá otra persona que necesite practicar lo que está aprendiendo, puesto que hasta ese momento no tendrá la sensación de que realmente lo ha captado. Una persona más, en la misma aula, sentirá la necesidad de dialogar con sus compañeros sobre el objeto de aprendizaje, a fin de resolver sus dudas y preguntas.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 28.02.2018

Es sabido que la formación en las organizaciones es algo absolutamente crítico. Cualquier proceso de innovación tiene su origen en la estrategia y se concreta finalmente en procesos de formación, porque son los que hacen que verdaderamente los profesionales logren alterar el rumbo de la organización. Sin formación no hay cambio ni materialización de la estrategia.

Sin embargo, hace tiempo que sabemos que, salvo en aprendizajes que resultan puramente instrumentales o que pueden ser reducidos a una cadena de pasos que siempre ocurren de la misma manera, la formación no resulta sencilla. Sobre todo, porque implica adquirir una serie de competencias que, a su vez se componen de elementos del saber, del hacer y del ser.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 21.02.2018

En algún momento de la historia apareció una confusión en el terreno de la formación que se ha perpetuado hasta nuestros días, y es el paralelismo que, entonces se pensaba, existe entre formación y comunicación. Posiblemente porque, en aquellos entonces, la única manera en la que, se creía, puede hacerse que una persona aprenda algo, es envolviéndolo en palabras y diciéndoselo. Hoy día, a pesar de que, a la mayoría, la ingenuidad de esta estrategia nos dibuja una sonrisa en la cara, sorprende que haya personas que siguen pensando que el conocimiento se transmite.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 14.02.2018

Posiblemente la variable que más impacta en el diseño de un programa de formación es el tiempo, porque los acontecimientos se suceden en orden, uno detrás del otro. Así, inevitablemente, habrá un primer momento en el que el participante en un curso entre en contacto con la materia, de la manera que sea. A continuación, vendrá un segundo momento, y así sucesivamente. Este hecho, tan fácil de entender y sin embargo tan relevante, nos ha llevado a uno de los grandes errores en la conceptualización de la formación de profesionales, y es que las competencias se adquieren de manera lineal. Lo cual dista mucho de ser cierto.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 30.12.2015

Es muy evidente que, en un mundo ideal, todo podría ser mejor. Los clientes podrían tener más propensión al consumo, los departamentos podrían tener mayor presupuesto, podría haber profesionales más cualificados en ellos, se podría disponer de mayor tecnología, y así sucesivamente. Sin embargo, como lo real dista mucho de lo ideal, una de las características de los buenos profesionales, que sin duda las organizaciones valoran, es la capacidad de vivir en lo escaso, en lo incierto y en lo provisional.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 27.10.2015

Los buenos jefes no abundan tanto como nos gustaría. Se calcula que más de la mitad de los trabajadores preferirían un mejor jefe a un aumento de sueldo, y no es de extrañar. Los jefes influyen en casi todo lo que hacemos, porque formamos parte de una cadena de valor que es diseñada, supervisada y evaluada por ellos. Así que sus conductas causan un impacto constante en las nuestras, y de ahí que sea importante reflexionar sobre las cualidades de los buenos jefes. La primera, quizá la más importante, es que saben dónde ir.

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Dirigentes, Jesus Alcoba / 02.06.2015

En los últimos tiempos la palabra innovación se ha extendido de tal manera que ha pasado a significar tanto que ya apenas significa nada. Hoy todo es innovación: el desarrollo de negocio, el lanzamiento de nuevos productos, la mejora continua, la creatividad y hasta el diseño. A menudo se olvida que innovar es, solamente o nada menos, convertir una idea en producto, y ese producto en resultado. Y su gran reto es repetir ese ciclo de forma sostenible. De ello, con toda seguridad, sabe mucho Madonna.

Uno de los malentendidos frecuentes es tender a pensar que la innovación es simplemente la generación de una idea nueva. Sin embargo, esto en sí mismo no constituye una innovación, y ello por dos motivos. En primer lugar, porque una idea en si misma, por genial que sea, no aporta nada al mercado. Por eso una simple idea no se puede patentar ni registrar. Se patentan las marcas y los inventos y se registran las creaciones originales, pero no las ideas. En segundo lugar porque, aunque la idea ya haya tomado forma como invención o creación, en sí misma no es un producto, puesto que no está incorporada a una cadena de valor. No se debe olvidar que la clave de una innovación está, en último término, en su capacidad para generar un resultado, es decir, para crear valor económico.

El segundo malentendido importante es considerar que la innovación consiste en generar resultados a través de una disrupción en el mercado. Es decir, en la creación de un producto o modelo de negocio que tenga poco o nada que ver con lo que hasta el momento se conoce. Con independencia de que este enfoque olvida la innovación incremental (aquella que no es disruptiva sino progresiva), lo realmente importante es que para que la innovación produzca resultados a largo plazo, y por tanto genere valor constante, es que tiene que ser recurrente. Y este es el verdadero problema.

El mejor ejemplo para explicar esta idea es la música, donde a menudo vemos cómo nuevos artistas debutan en el mercado provocando una disrupción considerable que sin embargo se apaga con el paso del tiempo, bien porque no hay una segunda propuesta, o bien por que sí la hay (y una tercera y una cuarta), pero el artista o la banda se desactualizan respecto a las tendencias sociales y no logran captar nuevos seguidores.

Para que un artista logre generar valor de manera constante y creciente, como cualquier empresa, debe hacer que su público aumente. Y para eso debe innovar. Bien mirado, hay muy pocos artistas que lo hayan logrado de manera sostenible. La mayoría de ellos están vigentes solo durante un tiempo, bien lo están durante décadas pero no logran incrementar su número de fans. Madonna es una de esas pocas excepciones cuyo público se extiende en un arco amplio desde casi la adolescencia hasta prácticamente la tercera edad. Hay escasos artistas que hayan logrado semejante éxito: Madonna, Michael Jackson, los Rolling Stones, los Beatles, y muy pocos más.

Incursionar en el mundo de la moda o el cine, colaborar con artistas que se dirigen a un público más joven, crear concursos creativos para atraer la atención del público a sus conciertos, y desde luego una muy activa gestión de la comunicación han hecho que, con más de 300 millones de discos vendidos sea la solista de más éxito del globo. Y la clave está en la reinvención constante. No en vano una de sus giras se llamó precisamente Re-Invention World Tour. Pero lo más relevante es que su carrera acumula ya más de 30 años en el mercado, como prueba evidente de que su estrategia funciona. Si se considera que la vida media de una empresa hoy día es de 15 años, enseguida se comprenderá que la capacidad innovadora de Madonna está por encima de la de la mayoría de las empresas.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 01.03.2011

Desde hace algún tiempo vengo pensando sobre una de esas verdades que de tan evidente a veces se nos oculta, escondiéndose por ahí y consintiendo que nos dediquemos a otras cosas y desviando por tanto nuestra atención de lo que es realmente esencial: las personas son importantes. Las personas son las que imaginan los productos y servicios que pueblan el mercado, y son también los que los adquieren y utilizan. Son personas quienes suben y bajan los impuestos, y también quienes los pagan o por el contrario disfrutan de mayor renta. Las personas son quienes lideran las empresas con mensajes que cautivan, y también las que se dejan seducir por ellos. Las personas lo son todo. Yo pienso que hemos aprendido mucho últimamente, lo suficiente como para no seguir considerando que las personas son recursos de las empresas, por mucho que el salario sea contablemente un gasto.

No hay futuro en atornillar mecánicamente ideas a las cabezas de las personas, como no lo hay en tener que vigilar para garantizar que las tareas se cumplen. Las empresas no pueden industrializar a sus empleados como industrializan la energía o las comunicaciones. Entre otras cosas porque no es rentable, pero sobre todo porque el crecimiento siempre se genera desde el interior del individuo. Por eso es necesario que además de invertir en formación y desarrollo quienes lideran comprendan que la generación de valor en las empresas está en la creatividad, iniciativa y responsabilidad de las personas que trabajan en ellas. Por eso es necesario saber cómo son, cómo funcionan y qué les motiva. Y esto es cierto también para quien dirige: conocer a otros es imprescindible, pero no lo es menos que conocerse a sí mismo.

Aprender sobre el ser humano no tiene por qué ser complicado, sino que puede hacerse poco a poco, con cosas sencillas. Déjeme poner un ejemplo: hace algún tiempo se publicó un estudio que mostraba que adquirir un lenguaje no verbal abierto y expansivo, lenguaje de líder, lleva a las personas a experimentar un sentimiento de poder y tolerancia al riesgo, y ello solo al cabo de un minuto de adoptar la postura adecuada. La clave está en que, lo crea o no, la postura altera el patrón hormonal del individuo. Es fácil sacar una conclusión práctica de esto: la próxima vez que lidere una reunión, la próxima vez que esté frente a otras personas y que haya algo importante en juego, intente adoptar una postura acorde con la situación, con su rol, con lo que va a decir o con lo que en el fondo quiere decir. Respire hondo, mire a las personas a los ojos, extienda su cuerpo y siéntase cómodo en el espacio que ocupa. Créase su personaje. Su auditorio lo percibirá diferente y, lo que es más importante, usted se sentirá diferente.

En el interior de las personas hay muchas cosas sobre las que podemos aprender. Algunas de ellas están bastante demostradas y otras menos, pero no se trata de esperar a que todo esté comprobado a ciencia cierta ni de que haya centenares de pruebas que apunten en una única dirección. A veces es mejor simplemente permitirse probar si algo funciona o no. No se pierde tanto. Y se puede ganar mucho.

Estoy persuadido de que saber sobre personas es crucial para quien ostente un cargo de responsabilidad, y no se me olvida que quien ostenta un cargo de responsabilidad es también una persona. Por eso aquí hablaremos sobre personas, para personas.

Bienvenido. Bienvenida.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com