‘Ficcialidad’: territorio post-millennial

El primer Superman, el de los años 30, era un ser excepcional. Tanto que era imposible ser como él, entre otras cosas porque era de otro planeta. Más o menos en torno a aquellos años aparecieron muchos otros héroes que eran tan perfectos e inalcanzables como los finales de los cuentos de hadas. Y a partir de ahí comenzó un descenso a lo terrenal que tuvo como parada intermedia a los superhéroes de los 90, mucho más humanos y, en algunos casos, equipados con su propio trastorno: desde la personalidad antisocial de Lobezno a la identidad disociada de Hulk, y de la obsesión de Batman por los murciélagos hasta la torpeza social de Spiderman. Y así sucesivamente.

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