Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 11.06.2015

La felicidad puede parecer un concepto difícil de abordar, pero no por ello es menos interesante. Tanto la felicidad en el trabajo como en la vida personal, parece ser el objetivo último a conseguir puesto que intuimos que, si somos felices, todo lo demás es secundario. Uno de los conceptos científicos que conviene conocer en relación con la felicidad es del de “adaptación hedónica”, que más o menos quiere decir que, a no ser que tomemos medidas, ningún incremento de la felicidad es duradero.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 09.06.2015

Ser feliz es una aspiración clara y legítima de la totalidad de la población, salvo quizá alguna rara excepción y, sin embargo, siendo un concepto tan extendido, se hace complejo intentar desenmarañar sus claves. Afortunadamente, cada vez hay más investigación seria sobre este tema, ayudándonos a una búsqueda de la felicidad eficiente y operativa, por mucho que parezca que estos términos no son de aplicación al concepto de felicidad.

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Dirigentes, Jesus Alcoba / 02.06.2015

En los últimos tiempos la palabra innovación se ha extendido de tal manera que ha pasado a significar tanto que ya apenas significa nada. Hoy todo es innovación: el desarrollo de negocio, el lanzamiento de nuevos productos, la mejora continua, la creatividad y hasta el diseño. A menudo se olvida que innovar es, solamente o nada menos, convertir una idea en producto, y ese producto en resultado. Y su gran reto es repetir ese ciclo de forma sostenible. De ello, con toda seguridad, sabe mucho Madonna.

Uno de los malentendidos frecuentes es tender a pensar que la innovación es simplemente la generación de una idea nueva. Sin embargo, esto en sí mismo no constituye una innovación, y ello por dos motivos. En primer lugar, porque una idea en si misma, por genial que sea, no aporta nada al mercado. Por eso una simple idea no se puede patentar ni registrar. Se patentan las marcas y los inventos y se registran las creaciones originales, pero no las ideas. En segundo lugar porque, aunque la idea ya haya tomado forma como invención o creación, en sí misma no es un producto, puesto que no está incorporada a una cadena de valor. No se debe olvidar que la clave de una innovación está, en último término, en su capacidad para generar un resultado, es decir, para crear valor económico.

El segundo malentendido importante es considerar que la innovación consiste en generar resultados a través de una disrupción en el mercado. Es decir, en la creación de un producto o modelo de negocio que tenga poco o nada que ver con lo que hasta el momento se conoce. Con independencia de que este enfoque olvida la innovación incremental (aquella que no es disruptiva sino progresiva), lo realmente importante es que para que la innovación produzca resultados a largo plazo, y por tanto genere valor constante, es que tiene que ser recurrente. Y este es el verdadero problema.

El mejor ejemplo para explicar esta idea es la música, donde a menudo vemos cómo nuevos artistas debutan en el mercado provocando una disrupción considerable que sin embargo se apaga con el paso del tiempo, bien porque no hay una segunda propuesta, o bien por que sí la hay (y una tercera y una cuarta), pero el artista o la banda se desactualizan respecto a las tendencias sociales y no logran captar nuevos seguidores.

Para que un artista logre generar valor de manera constante y creciente, como cualquier empresa, debe hacer que su público aumente. Y para eso debe innovar. Bien mirado, hay muy pocos artistas que lo hayan logrado de manera sostenible. La mayoría de ellos están vigentes solo durante un tiempo, bien lo están durante décadas pero no logran incrementar su número de fans. Madonna es una de esas pocas excepciones cuyo público se extiende en un arco amplio desde casi la adolescencia hasta prácticamente la tercera edad. Hay escasos artistas que hayan logrado semejante éxito: Madonna, Michael Jackson, los Rolling Stones, los Beatles, y muy pocos más.

Incursionar en el mundo de la moda o el cine, colaborar con artistas que se dirigen a un público más joven, crear concursos creativos para atraer la atención del público a sus conciertos, y desde luego una muy activa gestión de la comunicación han hecho que, con más de 300 millones de discos vendidos sea la solista de más éxito del globo. Y la clave está en la reinvención constante. No en vano una de sus giras se llamó precisamente Re-Invention World Tour. Pero lo más relevante es que su carrera acumula ya más de 30 años en el mercado, como prueba evidente de que su estrategia funciona. Si se considera que la vida media de una empresa hoy día es de 15 años, enseguida se comprenderá que la capacidad innovadora de Madonna está por encima de la de la mayoría de las empresas.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 26.05.2015

Una de las ideas que conocemos acerca de la fuerza de voluntad es que nuestra reserva de esta capacidad es el mismo para todas aquellas tareas en las que la necesitamos, que fundamentalmente tienen que ver con la toma de decisiones o el control de los impulsos. Así que podríamos decir que la fuerza de voluntad es como un fluido que opera según el principio de los vasos comunicantes. Esto es interesante, entre otras cosas, porque también da pistas acerca de la manera de rellenar nuestras reservas.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 19.05.2015

Todos quisiéramos tener más fuerza de voluntad, pues está claro que muchos de los aspectos de nuestra vida cotidiana se nos escapan por falta de ella. Trabajar en proyectos poco motivantes, realizar tareas monótonas, leer más, aprender idiomas, hacer ejercicio y otras actividades similares son a menudo pospuestos en esa maniobra tan humana y cotidiana, pero tan dañina para la productividad, que es la procrastinación.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 05.05.2015

En un experimento hoy ya clásico, en una sala se dispusieron recipientes con galletas de chocolate y otros con rábanos. Un grupo de estudiantes fue invitado a comerse las galletas, mientras que a otros les pidieron que comieran únicamente rábanos, resistiendo por tanto la tentación de las galletas. Lo sorprendente vino cuando ambos grupos de estudiantes tuvieron que solucionar una serie de puzles que, aunque ellos no lo sabían, eran irresolubles.

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El Economista, Jesus Alcoba / 30.04.2015

Desterrada como ha estado durante mucho tiempo por una sociedad del bienestar que tiende únicamente a pensar en lo sencillo y lo gratificante, la fuerza de voluntad es una capacidad que va poco a poco retomando su lugar en la cultura y en la investigación. Hoy día sabemos que es una de las cualidades ineludibles del éxito, y por eso es necesario reflexionar sobre tan potente recurso, porque oculta hechos sorprendentes.

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Ciencia y Management, Jesus Alcoba / 28.04.2015

Todos tenemos sueños y aspiraciones. En el terreno profesional nos gustaría quizás ascender dentro de la organización para la que trabajamos, tener más responsabilidad y poder de decisión, ganar más dinero o acaso fundar nuestra propia empresa. En el ámbito personal querríamos tal vez formar una familia, cambiar de casa o simplemente perder peso o dejar de fumar.

Sean cuales sean nuestros deseos, grandes o pequeños, lo cierto es que algunas personas logran lo que se proponen mientras que otras no. Y este fenómeno no parece depender del tamaño del reto, porque mientras que hay personas que no consiguen pequeños desafíos, otras, sin embargo,alcanzan logros de considerable envergadura. Da la impresión de que el éxito tampoco depende de otras variables como pueden serlos recursos de que se dispone, la genética o la suerte. Hoy sabemos, por ejemplo, que la inteligencia no garantiza el éxito, y todos conocemos historias de personas que, por motivos diferentes como puede ser un premio o la fama, han recibido grandes sumas de dinero que han acabado perdiendo con el paso de los años. En otros casos, hemos observado personas pertenecientes a familias acomodadas que, sin embargo, han vivido vidas desgraciadas o, simplemente, poco exitosas. En definitiva, el éxito es un fenómeno que, al menos en apariencia, no parece seguir las leyes de la lógica, o al menos de la lógica con la que acostumbramos a entender la vida.

Estos hechos han llevado a una serie de investigadores, entre los cuales me incluyo, a intentar averiguar bajo qué circunstancias una persona puede conseguir aquello que se propone. Es decir, si los recursos, la genética o la suerte no garantizan el éxito, de qué depende entonces. Llamamos psicología del éxito al conjunto de investigaciones que intentan aportar luz sobre esta intrigante cuestión.

Uno de los primeros volúmenes sobre este tema, hoy ya un clásico, fue Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen Covey, un best seller mundial que intentaba explicar al público cuáles eran las habilidades que tenían las personas cuyo rendimiento estaba por encima de la media. Aunque quizás era una obra más orientada a la productividad personal que al éxito, su amplísima difusión da una idea de hasta qué punto este tema es de enorme interés para la mayoría de las personas.

Sin embargo, probablemente fue MalcomGladwell, con Fuera de Serie (Outliers), quien situó esta cuestión como una de las preocupaciones y objetos de investigación a nivel mundial. En su libro, Gladwell intenta explicar algunas de las claves que explican que haya personas que destacan frente a otras en diversos campos, como pueden ser el deporte, la música o los negocios. Otro de los libros conocidos sobre este tema es The 8 Traits Successful People Have in Common, de Richard. St. John, una entretenida obra que parte de una investigación cualitativa para intentar determinar cuáles son las ocho habilidades que la gente de éxito tiene. Change Anything, de Kerry Patterson y su equipo de coautores, o The Art of Doing, de Sweeney y Gosfield, son obras complementarias dentro de esta orientación. Existen incluso enfoques centrados en los niños, que intentan averiguar cuáles son las habilidades esenciales que deberían aprender para desenvolverse en la vida. En esa dirección, además de la ya clásica perspectiva de las Habilidades para la Vida (LifeSkills) de la Organización Mundial de la Salud, está el trabajo de Ellen Galinsky, recogido en su libro Mind in the Making. Mis propios trabajos, Conquista tu sueño y La Brújula de Shackleton, son también aportaciones a la ciencia del éxito. El primero de ellos intenta explicar por qué a las personas les resulta tan difícil cambiar para conseguir lo que quieren, y cómo hacerlo, y en el segundo me baso en la increíble expedición Endurance, que protagonizó el legendario explorador polar Ernest Shackleton en la Antártida, para explicar cuáles son las habilidades que poseen las personas que consiguen lo que se proponen.

Hoy sabemos lo suficiente sobre el ser humano como para afirmar que las habilidades que una persona tiene pueden variar significativamente a lo largo de la vida. Entre otros motivos porque, contrariamente a lo que se pensaba, el cerebro muestra una extraordinaria plasticidad, como demostraron los célebres estudios con taxistas en la ciudad de Londres y los que se han hecho con músicos profesionales.

Sabemos, también, que las personas tenemos dos tipos de mentalidad: la llamada mentalidad fija, que es la que mantienen las personas que piensan que nuestras características y habilidades son estables, y la mentalidad de crecimiento, en la que se considera que la capacidad de cada uno no es estática. La diferencia crucial es que en la primera de ellas las personas tienden a conformarse con aquello que saben hacer, mientras que en el otro lado, el de la mentalidad de crecimiento, las personas interpretan la dificultad como un síntoma de aprendizaje y,por ello,no solo no rechazan aquellas actividades que les cuestan esfuerzo, sino que salen activa y recurrentemente de su zona de confort, consiguiendo así desarrollarse.

Dicen que Mary Ann Evans, en la pluma de George Eliot, afirmaba que nunca es demasiado tarde para ser lo que cada uno podría haber sido. Jamás la ciencia hasta ahora había tenido una evidencia mayor de hasta qué punto esas palabras son rotundamente ciertas. A cualquier edad, en cualquier momento, y prácticamente en cualquier circunstancia, es posible una modificación sustancial de nuestras habilidades, entre las que cobran particular importancia las que nos conducen al logro de nuestras aspiraciones. La cuestión esencial es cuáles son esas habilidades y cómo se entrenan. Y precisamente por eso a usted, muy probablemente, le interesa la psicología del éxito.

En sucesivas entregas de esta misma revista analizaremos cuáles son las claves de esta nueva y prometedora disciplina, desvelando estudios científicos y sugiriendo pautas para que usted pueda reflexionar y así progresar en el desarrollo de las distintas habilidades para el éxito. El resto, es cosa suya.

Artículo originalmente publicado en www.gestion.com.do

Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 23.04.2015

Tendemos a pensar que el juicio del ser humano responde a criterios racionales y, aunque estemos dispuestos a admitir que en algunos casos no pensamos de la mejor manera posible, hay ciertos aspectos en los cuales nos resulta difícil creer que nuestro juicio pueda ser equivocado o, quizá más importante, verse alterado por el contexto. Uno de esos casos es el del atractivo físico.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 21.04.2015

La productividad sigue siendo uno de los grandes retos de nuestra vida profesional. A veces sentimos que no abarcamos todo lo que nos gustaría, que la lista de tareas se descontrola, o que la bandeja de entrada se desborda. Con el advenimiento de una disrupción económica de extraordinarias proporciones, quizá equívocamente identificada al comienzo como una crisis más en el ciclo económico, nuestra vida se ha convertido en una montaña rusa de plazos, agendas, prioridades y prisas. En este contexto todos nos preguntamos cómo podemos ser más productivos y lograr nuestros objetivos.

Quizá fue el Renacimiento el primer momento en el cual la Humanidad volvió sus ojos al pasado para recobrar valores y concepciones de la vida que se consideraban olvidadas. Desde entonces encontramos siempre útil y provechoso retroceder décadas o siglos para buscar sabiduría en épocas pasadas. En el caso particular de la productividad, puede que lo que Miyamoto Musashi escribió a mediados del siglo XVII nos resulte inspirador.

Musashi fue uno de los samuráis más célebres, pues resultó vencedor en innumerables combates durante décadas. Pero, sobre todo, es conocido por el legado de su «Libro de los Cinco Anillos», un compendio de los conocimientos que deben caracterizar a un buen samurái. Entre ellos hay desde técnicas meramente instrumentales, como la manera correcta de empuñar un sable o la manera de ponerse en guardia, hasta cuestiones de corte más filosófico.

Una de las cualidades que para Musashi debía tener el buen samurái es tan simple como profunda, y encierra una competencia tan difícil de cultivar como provechosa para el éxito: no hacer nada inútil.

«No hacer nada inútil» es un pensamiento que encierra un concentrado de sabiduría y un claro potenciador de la productividad. Posiblemente si a lo largo de un día anotáramos todas y cada una de las ocupaciones en las que estamos involucrados, encontraríamos rápidamente que se pueden categorizar en tres tipos básicos: las tareas que están alineadas con nuestro rol y objetivos, y por tanto son útiles, las tareas en las que nos involucramos pero no tienen que ver con nuestra misión profesional o marca personal, y por último aquellas ocupaciones que son simplemente inútiles y nos hacen perder el tiempo. El pensamiento de Musashi viene a decir que lo que tendríamos que hacer es lograr que todas las tareas fueran del primer tipo. Es decir, intentar garantizar que en todos y cada uno de los minutos del día estamos haciendo algo que es útil, es decir, algo productivo y que tiene que ver con los objetivos últimos que pretendemos como profesionales.

Evidentemente verlo de esa manera puede inducir cierta presión porque parece deducirse que de lo que se trata es de dedicar todo el tiempo disponible a trabajar, pero en realidad la interpretación más sensata y útil no es esa, sino más bien prestar atención plena a lo que hacemos en cada momento y ver si está alineado con nuestros objetivos. Ese algo evidentemente puede ser trabajar, descansar, pensar o soñar. De lo que se trata es de que todos los movimientos de nuestra conducta sean intencionales y realmente estén conectados con lo que pretendemos en la vida o esperamos de ella.

 

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com