Cambio personal, Ciencia y Management, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 14.09.2016

Desde la más remota y tierna infancia, cuando la madre llena con sus palabras las pausas que el bebé hace mientras se alimenta, el ser humano debería comenzar a aprender algo que está en la base de la comunicación humana, del diálogo productivo y hasta de la democracia, que es que una conversación es cosa de dos. Uno habla mientras el otro escucha, y luego al revés. Sin embargo, hay quien aún no ha adquirido la productiva costumbre de no interrumpir a quien habla.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 12.09.2016

I´m a believer es una de esas canciones verdaderamente esenciales en nuestras vidas. Fue grabada y popularizada en 1966 por The Monkees y es uno de los pocos singles que ha vendido más de diez millones de copias físicas en toda la historia de la música. Su riff característico era interpretado por Michael Nesmith, y de la historia de su familia se pueden extraer dos importantes enseñanzas sobre la autoestima.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 07.09.2016

Por algún motivo en el fondo desconocido da la impresión de que el ser humano está más preparado, o más motivado, para hablar que para escuchar. Algo sorprendente, puesto que es una tendencia que ciertamente dificulta nuestras posibilidades de aprender. Es posible que se deba a que mucho de lo que decimos en el fondo nos lo decimos a nosotros mismos, y a que incluso a nosotros mismos nos cuesta aclararnos. Sea como sea, aquellos que escuchan se han convertido en una preciosa rareza dotada de un poderoso atractivo.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 02.09.2016

Seguramente has visto a esos hámsters que corren constantemente dentro de una rueda sin llegar a ninguna parte, de la misma forma que nosotros corremos en el gimnasio sobre una cinta de correr, también sin movernos del sitio. Pues, aunque no lo parezca, estos ejemplos son una impresionante metáfora del motivo fundamental por el que a veces no logramos ser más felices. Tanto que el efecto que lo explica se llama precisamente así: el efecto de la cinta de correr.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 01.09.2016

Es algo que nos pasa a todos, no te preocupes: tenemos 20 pares de zapatos pero solo usamos unos pocos, guardamos docenas de corbatas aunque siempre nos pongamos la misma y, aunque hay disponibles cientos de emoticonos, la mayoría de nuestros mensajes contienen los mismos.

Quizá recuerdes la historia viral de Dale Irby, un profesor de Texas que posó con la misma ropa para el anuario de su colegio durante 40 años seguidos. Con independencia de los motivos que le llevaron a hacerlo, lo cierto es que tomar decisiones es algo que nos cuesta.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 10.08.2016

Al igual que el comienzo, el final es uno de los momentos más delicados de cualquier conferencia. Por motivos desconocidos, con el advenimiento de las presentaciones con diapositivas se instaló una costumbre, hoy ya desfasada pero impertinentemente arraigada, que es la de colocar al final de una charla una diapositiva donde se lee “muchas gracias”. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 03.08.2016

La capacidad de ver lo que otros no ven es una cualidad tan escasa como necesaria, que sorprendentemente no aparece en ningún informe de competencias imprescindibles para el futuro. Es un hecho cierto que no sostenemos sino miradas parciales sobre la realidad, y que cada vez que miramos a nuestro alrededor teñimos todo de nuestros propios mapas conceptuales, de nuestra biografía y subjetividad. En lo que a menudo no reparamos es que algunas de esas subjetividades son las que hacen avanzar el mundo.

Es imposible ponernos de acuerdo siquiera sobre episodios históricos recientes o fenómenos socioeconómicos contemporáneos, porque en cada opinión hay más de nosotros mismos que de la realidad que pretendemos analizar. Por eso votamos a distintos programas políticos, decoramos nuestro espacio de trabajo de manera diferente y vestimos de manera distinta. Y por eso también existen los conflictos, porque cuando una de esas opiniones choca con otra que es diametralmente opuesta, y además hay una carga emocional implicada, aparece un abismo de desencuentro.

Es cierto que no hay una única verdad, y que cada uno no mantiene sino una mirada parcial y propia. Sin embargo, no todas esas miradas tienen exactamente la misma trascendencia. En algunos casos, los ojos del que mira conectan ideas o encuentran diamantes en bruto que otros simplemente no ven, por mucho que estén mirando en la dirección correcta. Al igual que la fotografía no se basa en la perfección tecnológica de una cámara, ni el diseño es fruto de la evolución de los microprocesadores, la creatividad y la innovación no son, de manera fundamental, el resultado de un proceso sistemático sino, sobre todo, de una manera de mirar.

Hay quien ha empujado sus barcos hacia la incertidumbre del horizonte persuadido de que más allá de lo que sus ojos podían ver había territorios por explorar, quien se ha empeñado en que un invento, suyo o ajeno, revolucionaría el mundo, y quien se ha desgastado durante años frente al microscopio buscando un virus, una bacteria, o una vacuna. Todos ellos han sido personas que miraban la realidad de modo alternativo y que veían lo que otros no vemos.

En un mundo caracterizado por la ubicuidad de los algoritmos de recomendación es crucial estimar si esos complejos cálculos que se realizan sobre las preferencias futuras de un consumidor no estarán generando una regresión al infinito que acabe por extinguir el pensamiento divergente. Es verdad que a cualquiera le agrada la oportunidad de saber más sobre lo que ya sabe, probar más de lo que le gusta y sentir más emociones con las que conecta. Sin embargo, el mundo en el que una persona vive, aún subjetivo, puede verse sensiblemente reducido si resbala constantemente por un embudo de recomendaciones sobre recomendaciones. En ese contexto no sería imposible que, con el tiempo, nadie viera ya lo que los demás no ven. Y eso sí que sería un problema de considerables proporciones.

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 27.07.2016

Uno de los efectos más sorprendentes del uso de la tecnología en la oratoria es el efecto que ejerce en el conferenciante las propias imágenes que utiliza. En muchos más casos de los que sería deseable, el orador se ve magnetizado por su propia pantalla y, unas veces porque quiere señalar algo y otras porque necesita apoyarse en lo que se está mostrando, comienza a girarse hacia ella perdiendo el contacto con su público. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 26.07.2016

Uno de los discursos más memorables de todos los tiempos fue pronunciado en 1962 por Kennedy en Houston. Ante una ingente multitud explicó las razones por las que aproximadamente un año antes había hablado en el Congreso con el fin de fijar un ambicioso objetivo: poner un hombre en la Luna y traerlo de vuelta sano y salvo a la Tierra antes de que finalizara la década.

En aquel discurso, Kennedy pronunció unas palabras históricas que hoy constituyen un lema para todas aquellas personas que encuentran en las dificultades un aliciente. Dijo que habían escogido ir a la Luna no porque fuera fácil, sino precisamente porque era difícil.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 19.07.2016

Una presentación es un acto único. Es una pieza narrativa ensamblada que se dirige a un conjunto de espectadores. Es como una película. La presentación de diapositivas es únicamente un apoyo, un potenciador de fuerza interpretativa que debe fusionarse dinámicamente con el orador. Por eso, voz e imagen deberían ser uno. 

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