Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 22.03.2014

A menudo no relacionamos ciertos elementos de nuestra vida cotidiana con la productividad, como por ejemplo la alimentación. Estamos acostumbrados a decir a los niños que tienen que comer tal o cual cosa porque es bueno para su salud, y también somos conscientes de la gran importancia que tiene una adecuada dieta para los atletas. Es más, hoy día incluso los deportistas aficionados empiezan a serlo también a los complementos y suplementos nutricionales.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 15.03.2014

 

Por algún motivo perdido en la historia, en el que parece ser que Edison tuvo algo que ver, dormir o simplemente descansar se han teñido de connotaciones negativas o  simplemente nos parecen intrascendentes. Y así es que hemos arrinconando al reposo a la última preocupación de nuestra vida cotidiana, olvidando que es uno de los tres pilares de la energía física para el ser humano, y por tanto de la productividad, junto con la nutrición y el ejercicio.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 04.03.2014

Cuando una persona lee o escucha algo su mente se activa y recrea su propia versión de aquello que está registrando. Si es una novela se imagina personajes y paisajes, si es una película evalúa posibles hipótesis sobre su posible evolución y desenlace final, y si es una conferencia elabora mapas de conceptos y relaciones. El ser humano es la única criatura conocida con la capacidad de utilizar significantes diferenciados que representan fragmentos de la realidad, y por eso algo tan aparentemente trivial como contar una historia resulta tan imprescindible hoy en el mundo de los negocios: porque si se hace bien, su trama penetra en la intimidad de la nube de relaciones de la persona que escucha, mezclándose en ella y contribuyendo a la construcción de sentido 

Una presentación, una conferencia o la descripción de un producto son arquitecturas narrativas efímeras, historias que, como todos los servicios, se consumen mientras se prestan, dejando únicamente el recuerdo de lo que fueron capaces de construir en la mente de quien las escuchó. Su complejidad, pero también su belleza, está en la manera en la que se entretejen con la audiencia provocando significados y despertando emociones. Por eso todo esfuerzo que se dedique a desarrollarlas será poco. 

Sabemos que el valor percibido de un producto o servicio se incrementa significativamente si va acompañado de una buena historia. Puede que en más de un dos mil por cien. Solo este asombroso dato es más que suficiente para plantearnos seriamente dedicar más tiempo y esfuerzo a crear estas arquitecturas narrativas que, si bien son efímeras, pueden tener un efecto contundente. 

Han hecho falta décadas de aplicaciones para hacer presentaciones para que nos diéramos cuenta de que, esta vez, el medio no es el mensaje, de la misma manera que han hecho falta décadas de efectos especiales en el cine para que nos percatáramos de que lo importante sigue siendo el guión. Ni la más sofisticada diapositiva ni el más complejo de los efectos especiales van a conseguir nunca conmover como lo puede hacer la ancestral capacidad del ser humano para contar una gran historia. En ese sentido tenemos que reconocer que la tecnología, que tantas bondades nos regala, está minando de manera importante nuestra capacidad para el storytelling. Pensamos que porque colocamos una gráfica de barras en una diapositiva ya está claro su mensaje, de la misma manera que creemos que porque rellenamos otra con una serie de bullets ya hemos conquistado a los que nos escuchan. Pero ni las gráficas de barras, ni los bullets, ni los esquemas que con tanto esfuerzo elaboramos dicen, por sí mismos, nada de lo que queremos decir. Porque son concretos y estáticos, y porque están aislados. Es posible que cuenten otras historias, pero no la nuestra. Necesitan del talento humano para cobrar vida, para relacionarse, para hincharse de valor y seducir al auditorio.  

La tecnología puede añadir eficiencia a la comunicación, pero la eficacia es otra cosa. Contar el qué, el cuándo, el cómo y, sobre todo, el por qué, todos ellos mezclados en una historia con introducción, nudo y desenlace, siguen siendo a día de hoy las claves de la comunicación eficaz, la que realmente logra impactar. Por eso todos los que tenemos que hablar en público deberíamos intentar, al menos una vez, crear una de estas arquitecturas narrativas efímeras sin soporte alguno más allá de nuestras palabras y gestos. Sólo así, liberados de la necesidad de producir una diapositiva tras otra, podríamos centrarnos plenamente en lo que queremos decir y a quién. La aparición de la imprenta en Europa hizo que las obras narrativas en prosa germinaran exponencialmente, y entonces descubrimos que los seres humanos somos geniales novelistas. Entre otras cosas porque todos sabemos contar bien la historia de nuestra propia vida, esa en la que siempre tenemos el papel protagonista. Lo único que tenemos que hacer es concentrarnos en utilizar ese talento en la creación de magníficas historias que conquisten a nuestro público.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 02.03.2014

Tendemos a pensar que los artistas son caóticos e indisciplinados, y que trabajan únicamente a golpe de inspiración, cuando esta les visita. Que pueden pasar días y días sin producir nada, pero que de repente pueden encadenar varias noches seguidas sin dormir creando ininterrumpidamente. Pero en general, y salvo excepciones, la realidad dista mucho de esa romántica descripción.

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Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 22.02.2014

La inspiración se encuentra visitando otros mundos, sin duda. Durante el Quattrocento se produjo la más fabulosa manifestación de genio creativo, y por tanto de inspiración, que ha visto la historia. Tanto que es la única expresión de belleza conocida que es capaz de causar una afección psicopatológica: el sorprendente Síndrome de Stendhal.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 06.02.2014

Es francamente complicado liderar en tiempos difíciles. Entre otras cosas porque no siempre es cierto que los ríos revueltos conllevan ganancias para los que faenan en ellos. Es verdad que las crisis abren posibilidades, y que con los cambios aparecen soluciones de continuidad en el tejido económico que pueden convertirse en oportunidades de negocio. Pero no lo es menos que para aprovecharlas hacen falta esfuerzos que se antojan complejos con estructuras menguadas y recursos exiguos. Es también cierto que la creatividad y la innovación son dos poderosas herramientas que pueden vigorizar el ritmo de elaboración de nuevas propuestas e intensificar su valor. Pero también lo es que con las crisis sobrevienen miedos e incertidumbres, y con ansiedad es difícil crear o innovar. 

El cruce entre la oferta y la demanda, que en general se comporta como la economía predice, se hace más confuso. Los productos sustitutivos ganan relevancia, las barreras de entrada en ocasiones se difuminan, y el poder de negociación de proveedores y clientes puede dejar de seguir las pautasconocidas. Quizá por ello en tiempos difíciles es tan importante la economía conductual, que explica entre otras cosas por qué el comportamiento del consumidor es a veces aparentemente irracional.  

Pero no sólo la economía se encuentra alterada, sino que en el tejido interno de las empresas todo está también revuelto. Los presupuestos se contraen, los departamentos se reducen o se reestructuran, las presiones aumentan, y en general el temor a que las cifras de ventas no reflejen lo esperado se vuelve más habitual de lo que sería fácilmente digerible. En ese contexto las personas, que siempre son el núcleo y el soporte de todo, se vuelven también la parte más vulnerable. Porque ni los muros, ni las máquinas, ni por supuesto los recursos financieros, sienten o padecen. 

No hay soluciones redondas ni recetas perfectas, pero en cualquier travesía dificultosa, en la empresa o en la vida, es bueno encontrar inspiración. Y por ello es productivo recordar cómo lo hicieron otros líderes que atravesaron circunstancias difíciles, quizá incluso más que las que nosotros vivimos. Casi cien años después de que su fracaso triunfal concluyera, Ernest Shackleton sigue siendo uno de los modelos más claros de liderazgo exitoso en situaciones extremadamente complejas. Primero y sobre todo, porque la cuestión no estaba entre vender o no vender, sino entre vivir o morir. Segundo, porque en pocas ocasiones en una expedición ha habido tanta escasez de recursos para salir adelante. Tercero porque aquella aventura no fue ni mucho menos un lance puntual, sino que duró casi dos años. Y por último, algo que no se debe olvidar, y es que también había implicaciones económicas de todo aquello, y no precisamente livianas. 

¿Cómo lideraríamos a treinta grados bajo cero? ¿Sería posible trasladar confianza si hay más incertidumbre que certeza? ¿A través de qué mensajes reforzaríamos la unidad del grupo si las provisiones escasean? ¿Cómo transmitiríamos calma si en cualquier momento la placa de hielo bajo nuestros pies se puede partir y engullirnos un mar helado? ¿Cómo resolveríamos los conflictos constantes derivados de todo ello? ¿Con qué esperanza plantearíamos el futuro? Por motivos que aún, después de casi un siglo investigando sobre su figura, en el fondo desconocemos, Shackleton tenía la respuesta a todas esas preguntas. Lo sabemos porque volvió con todos sus hombres vivos y, más aún, porque muchos de ellos se enrolarían con él en una nueva expedición varios años después. 

Posiblemente el modelo de liderazgo que mejor describa Shackleton sea el de Boyatzis, que proporciona únicamente tres claves para que el líder tenga éxito. En primer lugar la esperanza, que es la visión, el futuro y lo que anima al grupo a seguir adelante. En segundo lugar la compasión, que es la empatía activa, la sincera preocupación que el líder tiene por su equipo. Y por último la conciencia, que es quizá la clave de todo: la aceptación realista de lo que ocurre y la atención plena al momento presente 

Shackleton convirtió un fracaso en un rotundo triunfo. No hay mejor modelo de cómo se puede convertir cualquier crisis en un camino hacia el éxito, y por eso Priestley escribió sobre él una frase ya imborrable: “cuando desastre te golpee, y no haya espacio para la esperanza, entonces arrodíllate y reza a Shackleton.”.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 10.01.2014

Los últimos movimientos en el tejido económico nos transmiten la inequívoca certeza de que lo único inmutable es el cambio. Y pese a que aún no sabemos si es una tendencia que ha llegado para quedarse, aunque todo apunta a que sí, hace más interesante que nunca profundizar sobre la idea de identidad profesional. No existiendo ya la estabilidad antes proporcionada por un mercado seguro compuesto por compañías igualmente estables, y dada a la vertiginosa velocidad con la que los productos y servicios se suceden en la arena empresarial, el mercado parece haber ubicado en el epicentro de la ecuación al talento individual.  

Muchos profesionales han visto cómo los vuelcos del mercado han conllevado alteraciones más o menos significativas de sus condiciones de trabajo, tales como la adquisición rápida e incuestionable de nuevas competencias o la reubicación geográfica. Otros, como consecuencia de las drásticas reducciones en las plantillas, han tenido que asumir un número mayor de tareas, en ocasiones abrumador, llevándoles a poner en juego toda su versatilidad y capacidad de trabajo. En algunos casos más, profesionales desvinculados de sus organizaciones han tenido que saltar a la vía del emprendimiento inventando nuevos modelos de negocio con lo que penetrar el mercado. Y, en fin, casi todos ellos han asumido como propia la ubicuidad laboral que, gracias a la tecnología, proyecta una oficina virtual en cualquier momento y lugar. 

Lo que todas estas y otras realidades ponen de manifiesto es que el talento profesional individual, es decir, lo que cada persona aporta como valor al mercado, es la clave del éxito en la mayoría de las transformaciones que se están operando en el lienzo ya nunca más estático de la economía. Y por ello la identidad profesional, que consiste precisamente en esa aportación, y que por consiguiente se sitúa mucho más allá de la mera marca personal, es un concepto de absoluta tendencia. Y de ahí que sea cada vez más necesario que cada persona reflexione sobre su ventaja competitiva y sobre su estrategia profesional, y en definitiva sobre el rumbo que previsiblemente quiere seguir en el tempestuoso océano que constituye el mercado.  

Entre otras cosas porque, como alguien sabio dijo, siempre soplarán malos tiempos para el que no sabe a dónde va. Pero sobre todo debido a que, como cualquier marinero sabe, una vez elegido un rumbo la deriva provocada por la corriente y el abatimiento producido por el viento hacen que no sea exactamente obvio arribar al puerto que inicialmente se fijó como destino. En primer lugar porque el mundo es en sí imperfecto. Pero también debido a que el mercado se está mostrando últimamente intratable en su caprichosa e impertinente inclinación a generar incertidumbre.  

Cualquier aproximación, aunque sea sencilla, a la identidad profesional de cada uno es mejor que nada. Es más provechoso mantener una mirada constante sobre el propio rumbo que abandonarse por completo a la inteligencia de las organizaciones. Primero porque que no siempre es brillante e inevitablemente comete errores, pero sobre todo debido a que siempre proporcionará más autorrealización construir que consumir, y consecuentemente contribuir con el propio talento a la estrategia de la compañía que situarse pasivamente como una pieza más dentro de sus procesos de negocio. Las personas no son, no deberían ser, un recurso más o una pieza del engranaje como lo son las mercancías o las finanzas. Pero eso no solo depende de la política de recursos humanos de cada empresa, sino también, y en buena medida, de lo que cada uno esté dispuesto a aportar individualmente, sea en forma de esfuerzo, conocimiento, creatividad, visión, o cualquier otro ingrediente de los que forman el complejo cóctel de la cadena de valor.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba / 19.12.2013

Hace algún tiempo se realizó un estudio para intentar mostrar hasta qué punto las dificultades de la vida podían contribuir a incrementar el desarrollo personal. Los investigadores intentaron determinar cómo evolucionaban distintos síntomas negativos, como el estrés, conforme aumentaba el número de acontecimientos adversos a lo largo de la vida. También midieron qué relación tenían estos con una medida genérica de satisfacción vital.

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Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 07.12.2013

A diario un número incontable de imágenes, sensaciones e ideas entran y salen de nuestra mente dando forma al mundo que percibimos. Aunque siempre hemos pensado que nuestra atención se dirige al mundo que hay fuera, hoy sabemos que el cerebro es una máquina que está fundamentalmente orientada gestionar los impulsos que llegan del interior del organismo y a elaborar y reelaborar lo que captamos del exterior, que es más bien poco.Así, hay áreas cerebrales que presentan una mayor actividad cuando aparentemente no estamos haciendo nada, y disminuyen su actividad cuando tenemos que prestar atención. Es como si el mundo exterior significara una distracción para nuestra mente. Nuestro cerebro parece vivir orientado hacia sí mismo, elaborando constantemente a partir de un puñado de estímulos un mundo al que llamamos realidad. 

Y aunque parezca que esa realidad es solo una, lo que de hecho ocurre es que lo que percibimos es solo una posibilidad entre una cantidad prácticamente infinita de ellas. Nos fijamos en un coche y no en otro, en una persona y no en la otra, captamos un aroma pero no otro, sentimos una gota de lluvia pero no otra, recordamos una tarea pero no otra, y así sucesivamente. Captamos una foto pero estamos lejos de percibir la película. Y resulta sumamente interesante plantearse a qué prestamos atención, es decir, cómo gestionamos el suministro de ideas que fluyen a nuestra conciencia. En primer lugar porque aquello de lo que somos conscientes es el hogar en el que vivimos. Cada uno de nosotros vive en una casa que decora a partir de aquellas cosas a las que atiende. En ella puede haber plantas, cuadros, fragancias y melodías, pero también puede haber oscuridad, telarañas, suciedad y malos olores. De la misma manera, podemos estar atendiendo a los golpes de suerte que tenemos, a las geniales aportaciones que hacen nuestros colegas, a los avances de nuestros proyectos o a cualquier otro aspecto de nuestra vida que nos aporte felicidad. Pero también podemos estar atendiendo a las cosas que nos salen mal, a los miembros de la plantilla a los que no caemos bien, a las imperfecciones de nuestros jefes o a la marcha precaria de nuestra empresa. Evidentemente prestar atención a una cosa o a otra no hace que el mundo cambie, de la misma manera que tampoco lo hace porque vivamos en una casa o en otra. Pero se vive mejor en unas casas que en otras, de la misma forma que se vive mejor en unas mentes que en otras.  

En segundo lugar esimportante ser conscientes de a qué prestamos atenciónporque algunos pensamientos no solo nos llevan a vivir en hogares desapacibles, sino que además son viscosos. Son esas ideas que se adhieren a nuestra conciencia y que nose despegan de ella fácilmente. Esas que nos hacen parecernos a un animal atado a una noria, dando vueltas y vueltas en torno a un pensamiento que ni es positivo ni evoluciona, ni nos aporta absolutamente nada. Es sorprendente la cantidad de tiempo que a veces perdemos en esos devaneos insoportables que podríamos estar utilizando para centrarnos, por ejemplo, en el hecho de que incluso en las peores circunstancias siempre es mejor participar de la vida que perderla. Hacer un esfuerzo consciente para despegarnos de esas cavilacionestan adhesivas como estériles es una de las claves de la salud emocional en el trabajo en particular y en la vida en general.  

Poner toda nuestra voluntad para atender a las ideas que realmente nos producen emociones positivas y decoran un hogar luminoso, e intentar por todos los medios librarnos de pensamientos adherentes que solo estorban y producen sentimientos negativos, es lo mínimo que podemos hacer para estar a la altura del privilegio de poseer una mente consciente y productiva. Y desde luego es una de las claves de la felicidad laboral y vital.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com