Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Reinvención / 21.12.2022

Soy un fraude, no sé hacer nada y no merezco la vida que tengo. Es más, ni siquiera merezco que alguien me quiera. Haría mejor en largarme de aquí cuanto antes, meterme en una cueva y no salir de ella jamás. Ha sido un tremendo error considerarme igual a los demás, porque no lo soy. Ni lo seré nunca.

Línea más, línea menos, palabra más o palabra menos, esto es lo que suelen sentir a veces las personas que padecen (o padecemos, que esto está más extendido de lo que parece) el síndrome del impostor. Es la sensación de que estamos ocupando un sitio que no nos pertenece, aunque nadie parezca darse cuenta. Y de ahí el consecuente miedo de que alguien nos delate y deje al descubierto la pobre persona que, pensamos, en realidad somos.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Ultraconciencia / 24.02.2021

Digan lo que digan, la carga de trabajo es una experiencia subjetiva. Sobre todo porque depende mucho de la capacidad de quien ejecuta ese trabajo. Hay quien responde a un email complejo en unos minutos mientras que otra persona necesita el doble o el triple de tiempo. Bien porque tarda en enfocar la respuesta, porque no se concentra o simplemente porque escribe más despacio o sale a fumar cada dos por tres. Es cierto que las empresas han tratado de nivelar perfiles y, al menos en la teoría, personas con capacidades similares deberían acometer tareas similares.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 10.07.2019

En 1977 se estrenó Pumping Iron, un documental en el que culturistas como Arnold Schwarzenegger o Lou Ferrigno (que luego se haría famoso por su papel en la primera serie sobre Hulk) se entrenaban para ser Mister Universo o Mister Olympia.

En rudimentarios gimnasios, cuyo pobre equipamiento haría sonreír a cualquier entrenador de hoy día, los aspirantes se entregaban a severas sesiones de ejercicio. Gimnasios muy parecidos al de Rocky Balboa, otro icono de la actividad físico-deportiva de la época, aunque en la ficción. En sus declaraciones, Schwarzenegger hablaba de perder el miedo al desmayo y explicaba que a la mayoría de la gente le faltan agallas para superar la barrera del dolor. Para él, esas agallas (y por tanto no el entrenamiento, la genética o la alimentación), son lo que separa a los perdedores de los ganadores. Si alguien no es capaz de superar la barrera del dolor, declaraba, es mejor que se olvide de convertirse en un campeón. Lo más importante de esto es que él no estaba hablando de dificultades, de pesadumbre o de inconvenientes variados. Estaba hablando de dolor físico y real: estaba hablando de infligirse dolor deliberadamente todos los días para alcanzar su objetivo.

Por mucho que parezca que estas declaraciones encierran un mensaje similar, lo cierto es que están a mucha distancia de esos constantes mensajes melifluos que hablan de atreverse a conquistar la vida soñada, o que a diario invitan a salir de la zona de confort. Fundamentalmente porque mientras estos últimos se refieren a algo que ocurre en el interior de la mente, y que básicamente tiene que ver con tomar una decisión, en el otro caso se habla de castigarse hasta el desmayo para conseguir un objetivo. Una gran diferencia.

Puede que el culturismo no sea una actividad que tenga muchos adeptos, y puede que para muchas personas los cuerpos de los que practican esta disciplina no resulten atractivos o estéticos. Sin embargo, sacando de la ecuación esos elementos, lo cierto es que su entrega y fuerza de voluntad están al alcance de muy pocas personas. La mayoría de las cuales, por cierto, pueden cometer el error de lamentarse de no haber llegado a cumplir sus objetivos vitales mientras siguen devorando libros de autoayuda. Libros que continúan hablando, esta vez sí, hasta la extenuación, de atreverse y de salir de la zona de confort.

Sufrir es sufrir. Y, desafortunadamente, en la mayoría de los casos, es un ingrediente fundamental del éxito. Un éxito que no viene de salir de la zona de confort sino de vivir en ella, ni de atreverse, sino de seguir atreviéndose cada día. Todos los días. Un éxito que tampoco viene, por supuesto, de priorizar la búsqueda de un propósito vital sobre cualquier otra acción.

Uno de los dramas de esta sociedad digital, particularmente en la gente joven, es que a menudo confunde apariencia con realidad. Y, de la misma manera, se confunde compartir en las redes sociales sentencias sobre el éxito con vivir de acuerdo con ellas. Lo que aquellos culturistas de los setenta, en sus pobres y destartalados gimnasios, ilustraron de forma admirable e inequívoca es eso que hoy llamamos grit: una poderosa combinación de pasión y perseverancia. Pero, sobre todo, lo que nos enseñaron de manera ejemplar es que no hay victoria sin sufrimiento.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com 

Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 15.11.2017

Ningún modelo ha conseguido hasta el momento explicar de modo completo y profundo qué es el liderazgo. Y posiblemente esto siga siendo así siempre, porque aunque el hecho de que unas personas sigan a otras parece simple, en realidad se trata de una habilidad ciertamente compleja. Liderar es poseer visión, es leer la realidad de una manera ecuánime, y desde luego es poseer la habilidad para desarrollar a otros. A estas y otras habilidades últimamente se ha sumado la capacidad para inspirar.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 08.11.2017

Las expresiones novedosas casi siempre siguen el mismo ciclo: aparecen en lo alto de una cumbre, brillantes y expresivas. Luego van rodando ladera abajo, enredándose y contaminándose con otros términos cercanos, en general por efecto de quienes quieren hacer creer que todo está ya inventado. Y finalmente llegan al valle, donde pierden casi toda su fuerza, pasando en ocasiones a convertirse en manidos arquetipos, tan generalizados que prácticamente carecen ya de significado.

Este fue el caso de la inteligencia emocional, como el de tantos otros términos. El proceso ha sido tan significativo que en muchos casos se habla solo de lo segundo, las emociones, y no de lo primero, que es la inteligencia. De esta manera, se obvia el importante dato de que esta habilidad es, sobre todo, una manera de conseguir unos fines determinados a partir de determinados medios.

Sea como sea, a caballo de formadores más o menos profesionales, coaches más o menos certificados, y un buen puñado de oportunistas que vieron en el novedoso término otra manera más de ganar notoriedad, la inteligencia emocional llegó al valle, donde ha perdido ya casi su capacidad explicativa.

Es verdad que hemos pasado mucho tiempo desatendiendo las emociones. Y es también cierto que las personas que son capaces de reconocer tanto sus emociones como las ajenas, y de utilizar esa información para regular la interacción social, son más capaces de conseguir sus fines.

Sin embargo, un asunto muy diferente es cuando se pasa de la gestión que incorpora las emociones a la gestión basada en emociones. Es decir, cuando el mundo emocional lo inunda todo, y no hay otro aspecto al que atender que a cómo se siente tal o cual persona. En suma, cuando se pasa de la inteligencia emocional a la emoción descontrolada.

Cuando eso ocurre, los profesionales se ven legitimados para acometer primero aquellas tareas que más les inquietan o preocupan, sin que sean necesariamente las más importantes, o ni siquiera las más urgentes. Esto ocurre, entre otras cosas, porque entre las cuestiones que más angustian a algunos profesionales está perder control o recursos, o simplemente perder status. Y así es que, en ocasiones, se invierte energía en restaurar la serenidad y la calma en lugar de en aquellos asuntos que realmente deben requerir atención y esfuerzo.

Ser emocionales no es un deseo ni una aspiración. Es una cualidad de las personas. Y ser emocionalmente inteligentes no tiene que ver, necesariamente, con ser más expresivos o afectivos. Tiene que ver con incorporar la identificación de las propias emociones y las de las otras personas en la consecución de objetivos. Por eso es una forma de inteligencia.

 

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 25.10.2017

Hay pocas vivencias humanas que influyan tanto en la productividad como la inspiración. Frente a esa frustrante sensación de verse frente a una pantalla vacía sin una idea para un proyecto, para una presentación o para un slogan, existe otra muy diferente. Esa en la que de súbito una chispa de inspiración acude a nuestra conciencia y, de repente, como si una fuerza exterior nos impulsara, producimos casi sin esfuerzo una serie de ideas que sentimos tan nuestras como respirar.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 22.02.2017

En casi todas las ciudades, más grandes o más pequeñas, hemos acabado incorporando a nuestra vida cotidiana la idea de que el camino más corto entre dos puntos es utilizar un medio de transporte. Y ya casi nunca vamos caminando a ningún sitio. Lo que ha ocurrido a continuación es que, al haber dejado de caminar como medio de cubrir la distancia entre dos lugares, hemos casi abandonado también la costumbre de caminar para cualquier otra cosa. Y con ello, hemos dejado de percibir los beneficios que tiene. Y no son solo físicos. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 01.02.2017

Contagiados como estamos por el virus de la era del vértigo y la celeridad, pasamos constantemente de un dispositivo digital a otro, de un transporte a otro y de un día al día siguiente. Queremos cumplir objetivos y hacer más en menos tiempo, y esto nos ha llevado a la idea, solo parcialmente correcta, de que la única manera de ser productivos es acometer tareas constantemente. Por eso quizá sea bueno recordarnos que hay actividades aparentemente inútiles que nos pueden proporcionar grandes beneficios.

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 26.10.2016

La nueva habilidad conectada con el éxito personal, el liderazgo y la productividad se llama ultraconciencia. Alguien sabio dijo una vez que el control voluntario de la conciencia determina la calidad de vida. La conciencia es el equivalente científico de lo que llamamos vida interior. Es donde se representan nuestras sensaciones, pensamientos y emociones. Contiene el presente, el recuerdo de lo que fuimos cuando lo evocamos, y también es donde se proyectan nuestros planes futuros. Es lo que somos, es todo nuestro mundo. La conclusión lógica de este planteamiento es que si somos capaces de gobernar nuestra conciencia, podemos cambiarlo todo: el mundo, y también nosotros mismos. Eso es la ultraconciencia, una habilidad que tiene una fuerte repercusión en el liderazgo y la productividad.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 31.05.2016

Los zombies son cuerpos sin alma que vagan por el mundo esperando encontrarte, morderte y convertirte en uno de ellos. No atienden a razones, son sumamente persistentes y te sorprenden a la vuelta de cualquier esquina, cuando menos te lo esperas. Pese a que los zombies son criaturas de ficción, por algún motivo hay algo en ellos que nos aterra.

La razón de ese temor ancestral está, posiblemente, en el miedo que tenemos a perder nuestra voluntad, a que nuestra vida tal y como la conocemos desaparezca, y a que nos veamos en la obligación de arrastrar nuestros pies eternamente buscando algún otro incauto vivo y sano del cual alimentarnos. Una existencia acaso peor que la muerte.

Siempre me ha sorprendido lo parecidos que son los zombies a las distracciones que absorben nuestra productividad.

 

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