Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 16.01.2019

Con los rápidos avances de las tecnologías de la información y de las comunicaciones, que dibujan entornos cada vez más digitales y autónomos, daría la impresión de que la inteligencia emocional es algo del pasado. Una habilidad que era imprescindible décadas atrás, cuando las relaciones entre personas eran más frecuentes, pero cuya necesidad está empezando a desaparecer. Nada más lejos de la realidad.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 25.04.2018

Hubo un tiempo en el que en el mundo de las organizaciones triunfaban individuos que siempre hablaban más y más alto que los demás, que aparentaban una seguridad inquebrantable y que, antes de cualquier interacción, desplegaban todos sus méritos, como los pavos reales despliegan las plumas de su cola. Enfundados en sus armaduras de impoluto traje y corbata, en algunos casos rematadas por cascos fabricados con gomina, crearon una estirpe basada más en el parecer que en el ser, y mucho más en el progreso de su ego que en el desarrollo de quienes tenían a su lado.

Luego llegó la globalización y, más adelante, una disrupción económica de proporciones devastadoras cambió por completo el paisaje en el que las organizaciones habitan. A la vez, aparecieron una serie de individuos que vestían con vaqueros, alguno de ellos combinándolos con jerséis negros de Takahashi. Personas que no hablaban tanto de sus éxitos, sino que hacían que los demás lograran los suyos. Frente a aquellos senior encorbatados de los ochenta, aparecieron chavales caminando sobre sneakers que no se preocupaban tanto de su imagen, o al menos no desde los parámetros tradicionales, como de animar el imparable vigor de las empresas que imaginaron y crearon.

A lo largo de esa época de cambio la empresa empezó a hablar de personas en lugar de hablar de recursos, y apareció el interés por el desarrollo humano en las organizaciones junto con la cultura del acompañamiento, en sus múltiples enfoques y concreciones. Muchas corbatas volaron y muchos pavos reales volaron también con ellas, dando paso a un nuevo tipo de líder, cuya fuerza no radica tanto en su conocimiento como en su visión. Uno que prefiere escuchar antes de hablar, y cuyos méritos no aparecen nunca en la primera página de sus intervenciones, porque el estado natural de la materia con la que está hecho es la humildad. En la era del talento, en la que las nuevas generaciones de profesionales no están dispuestas a trabajar ni en cualquier organización ni bajo cualquier condición, ya no se concibe un liderazgo basado en la apariencia y el discurso prepotente.

Dice Sonja Lyubomirsky que la humildad tiene que ver con estar seguros de nuestra identidad, con vernos sin distorsiones, con estar abiertos a nueva información, con estar centrados en los otros y con tener creencias igualitarias. Quizá aquellos pavos reales rígidamente encorbatados del siglo pasado en el fondo no tenían tanta seguridad como aparentaban, o tal vez simplemente adolecían de una crónica falta de orientación al otro. Lo que sí parece claro es que ese tipo de liderazgo, el del pavo real, ha pasado a la historia. Y que hoy necesitamos, y cada vez más, un tipo de líder que, como hubiera dicho Lewis, no es que piense menos de sí mismo, sino que piensa en sí mismo menos.

 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 13.12.2017

Elliderazgo inspiradores una clave emergente en el ejercicio de la función directiva. Ayuda a que los profesionales se sientan autorrealizados, proporciona elevados índices de bienestar y aumenta la productividad. Y, más allá de eso, dota a las organizaciones de claves diferenciales que hacen que los grupos de interés los perciban como propuestas de valor únicas. Si asumimos que el ejercicio del liderazgo es una capacidad que se puede aprender, la gran pregunta es cuáles son los elementos que conducen al desarrollo de esa habilidad. Estas son algunas pistas:

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 06.12.2017

Sorprende que algunas empresas y directivos sigan sin reparar en el inmenso valor de las personas. Durante los peores años de la crisis fuimos testigos de cómo la reverenciada inteligencia corporativa palidecía ante un tsunami que amenazaba con llevarse nuestra forma de vida por delante. En ese momento, ni los mejores sistemas de gestión de conocimiento, ni los sagrados organigramas, ni los impolutos descriptivos de puesto pudieron contener la onda expansiva ensordecedora de una disrupción económica sin precedentes. Lo único que nos detuvo, al borde del abismo, fueron las personas.

Por eso llama tanto la atención que hoy se hable de “captar talento”, como si las personas que lo poseen no fueran lo verdaderamente importante. O de “retener talento”, como si lo realmente relevante fuera quedarse con el talento, aunque las personas abandonen la organización.

En la lista de las expresiones desafortunadas están también las “herramientas”, las “palancas”, las “cadenas” de valor y todos sus derivados. Como si las personas que habitan las organizaciones fueran simplemente engranajes que, al pulsar determinados botones, realizaran la labor encomendada con precisión milimétrica y sin salirse del patrón. Evidentemente, en la cúspide de todos estos despropósitos está la infeliz expresión “recursos humanos”, como si las personas pudieran equipararse a los recursos financieros o a los tecnológicos.

Dice Birkinshaw que aún somos prisioneros de una manera de concebir la organización del trabajo que es heredera de la era industrial, donde sí tenía sentido hablar de herramientas, palancas y cadenas. Pero el siglo ha cambiado, y ni las personas son máquinas, ni el talento se puede separar de ellas.

Años de investigación sobre el desarrollo personal en las organizaciones no han logrado hacer mella en la sorprendente concepción de muchas empresas y directivos, que siguen pensando que lo auténticamente valioso no es la persona en su globalidad, sino únicamente lo que produce.

No se sabe por qué mecanismos las expresiones acaban calando y difundiéndose a través de las conexiones sociales, pero sin duda una de las tareas ineludibles de cualquier profesional, máxime de los que habitan posiciones de liderazgo, es manejar los conceptos con solvencia semántica y capacidad crítica. Entre otras cosas porque los seres humanos no vivimos en el mundo, sino en una representación interior que elaboramos a partir de los estímulos que nos llegan del exterior. Y las palabras describen precisamente cómo es esa representación en la que vivimos.

Ni las personas son separables de su talento, ni el talento es una materia que se pueda captar, almacenar e incorporar a una serie de engranajes. Y desde luego, los seres humanos no son recursos.

 

 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 21.12.2016

Desde tiempos inmemoriales los criterios de organización del espacio físico en las organizaciones han sido la funcionalidad y el presupuesto. Algo más adelante la idea de imagen de marca y su consecuencia natural, la arquitectura corporativa, también ganó su lugar. Desde entonces, los espacios no solo deben ser funcionales y asumibles presupuestariamente, sino que han de responder a la identidad visual de la marca. Sin embargo, solo recientemente hemos comenzado a comprender el sorprendente influjo del entorno físico sobre nuestro comportamiento. 

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Cambio personal, Ciencia y Management, El Economista, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 30.12.2015

Es muy evidente que, en un mundo ideal, todo podría ser mejor. Los clientes podrían tener más propensión al consumo, los departamentos podrían tener mayor presupuesto, podría haber profesionales más cualificados en ellos, se podría disponer de mayor tecnología, y así sucesivamente. Sin embargo, como lo real dista mucho de lo ideal, una de las características de los buenos profesionales, que sin duda las organizaciones valoran, es la capacidad de vivir en lo escaso, en lo incierto y en lo provisional.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 11.02.2012

Es curioso cómo en el mundo hay cosas que aparentemente no tienen nada que ver y que sin embargo están conectadas. En cierta ocasión se hizo un estudio para determinar si las personas que padecen trastorno obsesivo se parecen en algo a quienes están enamorados. El resultado, quizá nada sorprendente si se piensa bien, fue que en ambos casos los niveles de serotonina eran significativamente bajos en ambos grupos de personas, en comparación con individuos normales.

No hace falta ser un experto para darse cuenta de que las biografías de los grandes hombres y mujeres que hemos conocido a lo largo de la Historia, sobre todo artistas y científicos, están basadas en un profundo enamoramiento de sus respectivas disciplinas. Un enamoramiento posiblemente obsesivo, pero lo cierto es que sin perseverancia es muy difícil construir algo grande, como por ejemplo una carrera profesional de éxito. Si no amamos lo que hacemos es muy difícil crecer.

Por supuesto que hay otros factores que influyen y siempre hay quien piensa que es cuestión de suerte, mientras que otros lo atribuyen al talento: esa sustancia polimórfica tan citada como desconocida que últimamente parece ser el santo grial de todo lo que es bueno y verdadero en la empresa. Sin embargo, la investigación moderna está mostrando cada vez con más datos que es francamente complicado triunfar sin constancia. En uno de los estudios más originales que se han hecho sobre el tema se comparó a grupos de músicos de diverso éxito, para concluir que es el esfuerzo deliberado por mejorar en una disciplina determinada, y no el talento genéticamente determinado, el que produce que una persona alcance un nivel superior en el dominio de una disciplina. Es de ese trabajo del que deriva el conocido dato de que hacen falta diez mil horas de estudio para convertirse en un experto.

No hay factor de motivación más poderoso que la propia tendencia a investigar, a crear y a mover cielo y tierra buscando materializar una idea. El emprendimiento, el intra-emprendimiento y todos sus primos conceptuales, últimamente tan de moda, se apoyan (no en su gestión pero sí en su origen) en una sola cosa: la pasión. Una pócima que, como si fuera un fertilizante milagroso aplicado sobre una planta, cuando se vierte sobre una idea modifica su ADN y la hace crecer y multiplicarse hasta crear algo inmenso.

Hay que pensar que la única forma de que nuestros equipos trabajen con pasión en impulsar la empresa hacia adelante es conseguir que parte de sus objetivos sean también los de la empresa, o al revés. Porque si las personas no ven que hay algo para ellos dentro de lo que se persigue en la organización es muy difícil que de sus pulmones salga aire suficiente para hinchar las velas. Se puede hacer un mes sí y quizá dos también, y quizá en el mejor de los casos un año completo. Pero siempre será a base de fuerza de voluntad, de procesos y procedimientos, y de motivaciones artificiales y extrañas. Sin embargo, cuando el proyecto de un profesional está dentro del proyecto de la empresa, cuando ambas cosas encajan como un guante y una mano, entonces la pasión obra el prodigio y el conejo sale de la chistera: la empresa avanza, la persona crece y todos ganan.

 

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 01.03.2011

Desde hace algún tiempo vengo pensando sobre una de esas verdades que de tan evidente a veces se nos oculta, escondiéndose por ahí y consintiendo que nos dediquemos a otras cosas y desviando por tanto nuestra atención de lo que es realmente esencial: las personas son importantes. Las personas son las que imaginan los productos y servicios que pueblan el mercado, y son también los que los adquieren y utilizan. Son personas quienes suben y bajan los impuestos, y también quienes los pagan o por el contrario disfrutan de mayor renta. Las personas son quienes lideran las empresas con mensajes que cautivan, y también las que se dejan seducir por ellos. Las personas lo son todo. Yo pienso que hemos aprendido mucho últimamente, lo suficiente como para no seguir considerando que las personas son recursos de las empresas, por mucho que el salario sea contablemente un gasto.

No hay futuro en atornillar mecánicamente ideas a las cabezas de las personas, como no lo hay en tener que vigilar para garantizar que las tareas se cumplen. Las empresas no pueden industrializar a sus empleados como industrializan la energía o las comunicaciones. Entre otras cosas porque no es rentable, pero sobre todo porque el crecimiento siempre se genera desde el interior del individuo. Por eso es necesario que además de invertir en formación y desarrollo quienes lideran comprendan que la generación de valor en las empresas está en la creatividad, iniciativa y responsabilidad de las personas que trabajan en ellas. Por eso es necesario saber cómo son, cómo funcionan y qué les motiva. Y esto es cierto también para quien dirige: conocer a otros es imprescindible, pero no lo es menos que conocerse a sí mismo.

Aprender sobre el ser humano no tiene por qué ser complicado, sino que puede hacerse poco a poco, con cosas sencillas. Déjeme poner un ejemplo: hace algún tiempo se publicó un estudio que mostraba que adquirir un lenguaje no verbal abierto y expansivo, lenguaje de líder, lleva a las personas a experimentar un sentimiento de poder y tolerancia al riesgo, y ello solo al cabo de un minuto de adoptar la postura adecuada. La clave está en que, lo crea o no, la postura altera el patrón hormonal del individuo. Es fácil sacar una conclusión práctica de esto: la próxima vez que lidere una reunión, la próxima vez que esté frente a otras personas y que haya algo importante en juego, intente adoptar una postura acorde con la situación, con su rol, con lo que va a decir o con lo que en el fondo quiere decir. Respire hondo, mire a las personas a los ojos, extienda su cuerpo y siéntase cómodo en el espacio que ocupa. Créase su personaje. Su auditorio lo percibirá diferente y, lo que es más importante, usted se sentirá diferente.

En el interior de las personas hay muchas cosas sobre las que podemos aprender. Algunas de ellas están bastante demostradas y otras menos, pero no se trata de esperar a que todo esté comprobado a ciencia cierta ni de que haya centenares de pruebas que apunten en una única dirección. A veces es mejor simplemente permitirse probar si algo funciona o no. No se pierde tanto. Y se puede ganar mucho.

Estoy persuadido de que saber sobre personas es crucial para quien ostente un cargo de responsabilidad, y no se me olvida que quien ostenta un cargo de responsabilidad es también una persona. Por eso aquí hablaremos sobre personas, para personas.

Bienvenido. Bienvenida.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com