Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 08.03.2017

Asistimos atónitos a la cantidad de instituciones y empresas que todavía no se han enterado, o no han asumido, que las reglas del juego entre las organizaciones y los consumidores han cambiado. Encontramos administraciones que insisten en que el ciudadano es perverso porque rechaza la burocracia, instituciones educativas que repiten que el alumno es malo porque no valora lo que dicen sus profesores, y médicos que desaprueban al paciente porque tiene malos hábitos, porque no se toma las pastillas o porque no ha traído el volante. Aunque quizá menos, muchas empresas muestran aún la misma trasnochada mentalidad.

La globalización, la digitalización y la crisis económica han creado un nuevo contexto del que surge un consumidor informado, conectado y activo que comienza a tener un enorme poder. A menudo los clientes tienen más información del producto que van a adquirir que quien se lo está vendiendo, se dan cuenta perfectamente cuándo una oferta es engañosa, y juegan sus cartas en las redes sociales para salirse con la suya y obtener lo que quieren.

Hoy día la línea que une a las marcas con sus clientes ya no es unidireccional, sino que tiene lugar un balance entre ambas del que se espera que surja la creación de valor. En consecuencia, éste no es simplemente creado por las empresas y consumido por los clientes, sino que aquellas elaboran una propuesta que puede ser aceptada, rechazada o simplemente ignorada por el consumidor, que es quien decide. Cada vez es más cierto que el cliente siempre, siempre, tiene la razón.

Y el cliente de hoy quiere ver cómo puede integrar en su biografía las propuestas de valor que le llegan, buscando siempre lo interesante, lo emocionante, lo fascinante. Quiere historias que poder contar, vivencias con las que completar su vida y, por encima de todo, quiere vivir experiencias memorables.

Y mientras que esta es la tendencia generalizada, en el otro extremo están las organizaciones que no se enteran, las que piensan que pueden seguir dictando las normas, creando necesidades, utilizando normativas incomprensibles e innecesarias, o tácticas de ese tipo de marketing pasado de moda que ya no convence a nadie. En muchos casos el cliente parece ser simplemente un estorbo que hay que apartar para llegar al dinero, que es lo que de verdad importa, y por supuesto lo que hay que intentar conseguir sin contemplaciones. Tarde o temprano, los que no se enteran acabarán enterándose, o bien acabarán fuera del mercado, preguntándose qué fue lo que ocurrió.

 

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com

Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba / 06.05.2014

Es francamente interesante ver a los grupos pedir café porque, sea cual sea su número de integrantes, no hay dos personas que lo pidan de la misma manera: cortados largos o cortos de una cosa o de la otra, con leche fría o caliente, con hielo, con sacarina, en taza grande, pequeña, en vaso, y así hasta el infinito. Este hecho nos deja dos claras conclusiones: la primera, que a nadie le gusta el café tal cual es. La segunda, mucho más interesante, que a pesar de que hoy nos parece un concepto revolucionario, hace muchos años que las cafeterías inventaron la co-creación. 

Sin entrar en las diferencias que existen entre este co-creación y personalización, lo cierto es que ambos son conceptos sin los cuales cual hoy no se entiende casi ninguna transacción comercial, porque en muy pocos sectores se aceptan ya los productos con un patrón fijo. Hace años que los coches pueden incorporar equipamiento opcional, mucho más tiempo que la ropa se arregla o combina antes de vestirla, y eso sin hablar de las infinitas posibilidades de personalización que tienen los dispositivos informáticos, hoy díaya tan adaptables que están casi más en el mundo de los complementos que en el de la tecnología. 

Ya no vivimos en un mundo estándar: cada producto o servicio es elaborado conjuntamente entre la empresa que lofabrica o distribuye y sus clientes, e incluso en la fabricación o distribución a gran escala se busca que haya un grado suficiente de personalización, en ese fenómeno hoy cada vez más extendido que llamamos masscustomization. 

Lo auténticamente relevante es que este hecho no es simplemente consecuencia de una moda o de una tendencia del mercado. La prueba más simple es que la infinita variedad en la forma de pedir un café llegó para quedarse hace ya muchas décadas. La co-creación y la personalización existen porque los productos o servicios que consumimos no son ya –y nunca más serán– simplemente artículos o actividades que necesitamos, sino partes de nuestra biografía y de nuestra identidad.  

Sabemos que los seres humanos organizamos nuestros conceptos en polaridades, y que a una de ellas otorgamos siempre algo más de valor que a la otra. Así, escogemos entre playa o montaña, carne o pescado, madrugar o trasnochar, o entre ser fan de un equipo de fútbol o de su némesis. Estas polaridades no son ni muchísimo menos triviales, sino que forman parte de la forma en la que organizamos y vemos el mundo, y por tanto son una parte íntima de nosotros mismos. Por motivos similares la co-creación y la personalización se han instalado de una forma tan rotunda en el mercado: porque cuando adquirimos algo queremos hacerlo nuestro, de manera que pase a formar parte del conjunto de conceptos y relaciones que para nosotros definen el mundo. Cuando una persona pide un café con lechelargo de café, en vaso y con sacarina, está evidentemente expresando un gusto personal. Pero por encima de ello está creando(de hecho, co-creando) un producto personalizado que realmente le satisface y, aún más, que le define. Hoy día ya no hay cliente que no persiga que todo aquello que adquiere o utiliza esté adaptado a sus intereses, a su forma de ser y, en definitiva, a su vida y a su biografía.  

Desde que existe el marketing de experiencias estamos acostumbrados a reflexionar más profundamente sobre lo que significa adquirir productos o servicios en la vida de las personas. Sin embargo,hace mucho tiempo que para los clienteseste tipo de transacciones constituyen experiencias, a veces auténticamente relevantes, que pasan a formar parte de su vida y de la matriz de conceptos y relaciones que explican su identidad.Lo nuevo es que el mercado al fin se ha dado cuenta. 

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com