05 Nov La fobia al documento vacío
Todos tenemos varios cubos que utilizamos para separar los envases de la basura orgánica y ésta del papel, colocando aparte el cristal. Así conseguimos reciclar, que es volver a usar todo lo que es posible para no explotar los recursos naturales más de lo necesario. Pero con el tiempo venimos observando que la cultura del reciclaje se está extendiendo peligrosamente a otras áreas, transfigurada en el sorprendente fenómeno de copiar y pegar: curiosa función que incorporaron los procesadores de textos hace ya tiempo, de la que nadie sospechaba su potencial y que sin embargo puede que hoy día sea la más utilizada de todas.
A diario contemplamos con cierta frustración cómo las propuestas que algunas empresas presentan a sus clientes se parecen asombrosamente una a la otra. A veces lo único que cambia es el logotipo del potencial comprador, mínimo e insuficiente modo de personalizar una oferta. De igual modo los trabajos que los estudiantes realizan en la universidad se parecen alarmantemente a sus propios trabajos y también a documentos que otros alumnos han volcado en la red. En las páginas de Internet se encuentran fritos y refritos de textos que se repiten incesantemente haciendo imposible encontrar la fuente original. La música es muchas veces reciclada, bien porque es versionada o bien porque es el resultado de mezclar sucesiva o simultáneamente pistas que vienen de obras ya creadas, y ni la industria cinematográfica se salva, porque no cesa de resucitar antiguos argumentos para presentarlos de nuevo convenientemente maquillados.
Con sorprendente frecuencia cuando tenemos que producir algo nuevo uno de nuestros primeros impulsos es buscar en Internet a ver quién ha escrito ya algo sobre ello, bien para inspirarnos o, en el peor de los casos, para copiarlo y pegarlo sobre nuestra hoja en blanco. Sin quererlo hemos desarrollado una especie de fobia al documento vacío, y cuando vemos uno de ellos reaccionamos instantáneamente para rellenarlo lo antes posible y así evitar que nos mire desafiante poniendo en cuestión nuestra capacidad creativa.
Hoy nos resultaría chocante que alguna de las figuras de La Creación en la Capilla Sixtina de Miguel Angel tuviera la misma cara que su Moisés, de la misma forma que nos resultaría extraño que Vermeer le hubiera puesto el rostro de La joven de la perla a su Mujer tocando la guitarra. Y más aún, claro, que estos y otros artistas se hubieran copiado entre ellos.
Es más fácil repetir un mensaje que crear uno, esto es obvio. Porque es muy difícil tener nuevas ideas, y más aún tener buenas ideas. Pero por nuestro propio bien, y por el futuro de nuestra forma de vida, deberíamos tener claro que siempre se ha de dar más valor a crear que a copiar o a reciclar. Porque si todos copiamos la pregunta es quién crea, y si la respuesta es nadie, entonces tenemos un problema. Y el problema es que la copia masiva generará una regresión al infinito que antes o después acabará consolidando una glaciación cultural.
Haga este ejercicio: abra un documento en blanco y escriba sobre él una idea. Puede ser un pensamiento, un nuevo producto, o una mejora en su empresa. Vale también si es un pequeño relato o un haiku. Vale cualquier cosa mientras que sea algo nuevo, diferente, creativo. Luego guárdelo en lugar seguro como un acto simbólico: en los tiempos que corren una chispa de creatividad es un auténtico tesoro, y desde luego es algo indispensable en la lucha global contra la pandemia que es hoy la fobia al documento vacío.
Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com