La diferencia entre poseer y saber

Ahora que todos estamos hiperconectados a las superautopistas de la información y poseemos sofisticados soportes para almacenar lo que sabemos individual o colectivamente, es interesante que volvamos a reflexionar sobre la auténtica naturaleza del conocimiento.

Entre otras cosas porque desde que existen los programas para hacer presentaciones asistimos a curiosos fenómenos que dan mucho que pensar. Por ejemplo, y aunque hay a quien le cuesta, cada vez somos más conscientes de que las cosas no se convierten en reales por el hecho de que hayamos podido, incluso a veces con gran esfuerzo, trasladar nuestras ideas a una sucesión de diapositivas. Porque una presentación es únicamente eso, una presentación: algo virtual e intangible, y por tanto solo consiste en la plasmación de una serie de ideas, o como mucho en la planificación de una serie de acciones. Pero con demasiada frecuencia muchos de nuestros proyectos no trascienden la fase de las diapositivas, porque una vez que hemos realizado la presentación a menudo nos limitamos a almacenar el documento o a enviarlo a todos nuestros colaboradores como si realmente fuera el punto final de un proceso, cuando en realidad es más bien el comienzo.

La equivocada fe en las presentaciones con diapositivas es responsable también de que muchos conferenciantes, vendedores, profesores y consultores hayan acabado automarginándose. A veces están tan bien diseñadas, contienen tanta información y están tan perfectamente estructuradas que al final su autor se limita a pasar de una a otra sin añadir apenas nada. Tanto que en muchas ocasiones cuando uno no ha podido asistir a una reunión o conferencia basta con que le envíen la presentación. Y así es que estos documentos han acabado convirtiéndose poco menos que en origen y destino del saber.

Pero el conocimiento no es el soporte en el que está. Ya decía Umberto Eco que muchas veces por el hecho de haber manipulado un libro y haberlo fotocopiado nos da la falsa sensación de que poseemos el conocimiento que atesora. La posesión de la fotocopia, decía él, exime de la lectura. Pero claro, si ni siquiera la información es conocimiento, es claro en qué lugar queda la mera posesión de un conjunto de fotocopias o documentos escaneados.

Alguien dijo una vez que la sabiduría es lo que queda después de que se ha olvidado todo. Quizá cada uno de nosotros debería hacer el esfuerzo por intentar imaginar qué es lo que realmente sabe más allá de las presentaciones que tiene archivadas, los cuadernos de notas que mantiene en la nube y las legiones de documentos escaneados que acumula. Si aceptamos como válido a un conferenciante que no puede realizar su presentación sin el correspondiente soporte en diapositivas entonces estaremos perdidos, porque al final saber equivaldrá a poseer, o como mucho a saber buscar.

El conocimiento es el único recurso imprescindible para vivir y sobrevivir, es el garante del desarrollo de las regiones y del bienestar de las gentes que las habitan. Todas las grandes palabras que significan progreso humano como creatividad, innovación, investigación, talento o sabiduría, tienen que ver con el conocimiento, con esa genuina e inefable capacidad que solo el ser humano tiene para leer la realidad en crudo y convertirla en ideas que a su vez la puedan transformar: el conocimiento es lo que nos hace específicamente humanos.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com