Echar a volar sin alas

En la vía de nuestras propias certezas siempre caminamos plácidamente: conocemos las distancias y los recovecos del camino, las fondas donde recalar y los albergues para descansar. Necesitamos crear orden porque es imposible vivir en un mundo de inseguridades: si todo fuera inesperado se bloquearía nuestra capacidad para la predicción y sentiríamos que estamos perdidos. Pero, precisamente por eso, en ocasiones nuestra vida profesional se ha transformado en una sala de estar confortable y cómoda en la que, por otro lado, es imposible crecer. 

En el mundo anglosajón está muy extendido el dicho fake it until you make it, que básicamente quiere decir que una pauta recomendable para la vida es fingir que sabemos hacer algo hasta que realmente sepamos hacerlo. Evidentemente el sentido de la recomendación no está invitarnos a engañar a nadie, sino más bien en animarnos a salir de nuestro saloncito para trasladarnos a una estancia desconocida donde nos falten certidumbres: es como echar a volar sin alas.  

Obviamente hacer algo que no sabemos hacer, involucrarnos en un proyecto del que no conocemos sus claves, vender un producto que no conocemos a fondo, o entrar en una negociación sin tener claros nuestros límites, es algo arriesgado. Y evidentemente nos produce miedo e inseguridad. Pero es precisamente ese vértigo el que nos puede motivar para construir un puente que nos lleve al otro extremo del abismo.  

Abundan tanto las personas que dicen que quien no arriesga no gana que las que quieren ganar sin arriesgar. Y en muchos casos son las mismas personas. De igual manera que la innovación puede ser incremental o disruptiva, la forma en que una persona puede crecer puede ser también progresiva o precipitada. En alguna parte se cuenta la historia de Edith Head, conocida diseñadora de vestuario de la Paramount, que acudió a la entrevista de selección con un catálogo de diseños que llamaba la atención por la diversidad de su trabajo. Aquella impresionante muestra de su talento en realidad no era verídica, sino que se había valido de las propuestas de sus compañeros de clase para crear la ilusión de que su creatividad era desbordante. En realidad no mintió, o al menos no del todo: simplemente hubo un desfase entre el momento en el que se presentó a la entrevista y el día en que realmente llegó a ser la gran diseñadora que luego sería, como muestran sus treinta y cinco nominaciones a los Oscars, ocho de los cuales consiguió.   

Otro dicho ciertamente extendido en el mundo anglosajón, y acaso más profundo, es do good, be good, que viene a querer decir que para cambiar hay que comenzar por hacer correctamente las cosas, en lugar de entregarse a profundas deliberaciones esperando que al final sus conclusiones produzcan el cambio hacia la conducta deseada. De nuevo el acento de esta filosofía práctica está en el hacer, ahora y aquí, en lugar de esperar a que todas las circunstancias sean propicias. 

Cuando alguien nos propone algo que claramente nos supera es evidente que hay que decir que no. Pero hay quien piensa que, si no lo vemos del todo claro, la respuesta debe ser siempre afirmativa. Y echar a volar. Sin alas, sí. Ya nos crecerán por el camino.

Artículo originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com