Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 28.11.2021

En los años 60, en plena efervescencia de la naciente informática, cuando las computadoras llenaban habitaciones enteras y los datos se introducían mediante tarjetas perforadas, alguien se dio cuenta de que el futuro no se haría realidad si no se hacía más sencilla la relación con los nuevos habitantes del planeta. Es decir, con los ordenadores. Y así nació la interacción persona-máquina, una disciplina que nos ha hecho la vida más fácil. Desde el ratón hasta el skeumorfismo en el diseño de iconos, pasando por el muy usado (y a veces abusado) copiar-pegar, nuestra relación con las máquinas hasta el momento ha sido fluida y bastante productiva.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, tanto el avance de la tecnología como la excesiva dependencia que las organizaciones tienen de ella está haciendo que, cada vez más, tengamos que relacionarnos con sistemas. Y esto, unido a la creciente complejidad de los marcos normativos, como por ejemplo el referido a la protección de datos personales, está comenzando a ejercer una presión excesiva sobre algunos empleados.

Trabajadores que, en muchas ocasiones, vuelcan sus esfuerzos en intentar satisfacer las exigencias de los sistemas en lugar de utilizarlos para crear valor. Por ejemplo, a dejar constancia de las evidencias que requieren los procesos, a actualizarse en las últimas versiones de las aplicaciones o simplemente a pelearse con ellas para lograr el resultado que buscan. Algunos de estos sistemas son amables, pero seguramente la mayoría de los profesionales afirmarían que la tecnología que usan en sus empresas dista mucho de tener la funcionalidad de las grandes plataformas de consumo, donde casi todo parece poder resolverse con un simple clic o una mirada.

Decía Paul P. Maglio que el mundo no trata de robots o sistemas, sino de personas. Una afirmación que resulta tan cierta como que las organizaciones corren el riesgo de caer en lo que Brian Solis llama mediumismo, que es el excesivo énfasis en la tecnología que desaprovecha su potencial para entregar experiencias. Y es que no debe olvidarse que el fin último de las máquinas no son las máquinas en sí mismas, sino su papel en la creación de valor. Algo que, volviendo a Maglio, solo ocurre entre personas (resulta aberrante pensar en una máquina por sí misma creando valor para un ser humano faltándole, como le faltan, tanto conciencia como empatía y propósito).

Así pues, es posible que estemos regresando a la necesidad de reflexionar sobre la interacción persona-máquina, si bien desde una nueva perspectiva. Para Jacob Morgan la tecnología de una organización es una de las tres variables clave en la experiencia de empleado. Nada sorprendente si se atiende a esa ubicuidad tecnológica que hace que, dentro y fuera de las empresas, pasemos mucho más tiempo mirando la pantalla de un ordenador que el rostro de una persona, incluyendo el que invertimos mirando rostros a través de pantallas.

En concreto, Morgan cita tres aspectos para lograr que la tecnología ayude a una buena experiencia de empleado: que esté disponible para todo el mundo, que sea tan fácil de usar como las aplicaciones de consumo y que esté hecha para satisfacer las necesidades de los empleados por encima de las del negocio.

Si bien las tres son importantes, es esta última la que supone una revolución. La misma revolución que implica el concepto de experiencia de empleado en sí mismo. Es decir, dejar de mirar la organización como algo a lo que las personas están supeditadas y dar un paso firme a favor de la empatía por el trabajador. O sea, abrazar su punto de vista subjetivo y construir a partir de ahí, tal y como ya se hizo con la experiencia de cliente.

Según el informe de experiencia de empleado 2021 de la Asociación DEC, un punto de eNPS puede generar hasta cinco puntos de cNPS. En otras palabras: la experiencia de empleado ha llegado para quedarse por su capacidad de generar valor y por tanto negocio. Desde esa mirada, la tecnología puede convertirse o bien en un escollo o bien en un facilitador. Porque conforme la relación con ella es más amable y útil, mejor es la experiencia de empleado. Y por tanto mayor la capacidad de crear valor.

Estas consideraciones abren una puerta insospechada a las áreas de sistemas de información de las organizaciones. Cuando se habla de transformación digital ¿se piensa en la experiencia de empleado? ¿O solo en la eficiencia y en el negocio? ¿Se sabe que el negocio hoy día pasa por la experiencia de empleado?

Quizá nadie esperaba que la tecnología tuviera el reto de alinearse con la visión del área de recursos humanos para promover la experiencia de empleado y, sin embargo, es hacia donde las organizaciones avanzarán en el futuro inmediato. Porque cuando se habla de digitalizar una empresa, y se insiste en que hay que provocar un cambio de mentalidad, se olvida que los empleados, como clientes, utilizan masivamente tecnología para su consumo y entretenimiento. Lo que ocurre es que esta suele ser mucho más amable que los sistemas corporativos. En otras palabras: no hace falta tanto un cambio de mentalidad como una reconsideración del papel de los sistemas en la creación de valor. De esta manera, el antiguo reto de la interacción persona-máquina resurge transformado como una nueva oportunidad de potenciar el negocio a través de la experiencia de empleado.

 

Originalmente publicado en https://contactcenterhub.es/

Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, El Economista, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 10.06.2020

Los cantos de sirena de la tercera revolución industrial comenzaron mucho antes, pero no fue hasta los años 2007-2008 cuando realmente irrumpió en nuestras vidas el irresistible fulgor de la ubicuidad tecnológica. Cuando comenzaron a convencernos a todos de que la verdadera y buena vida estaba en las redes sociales, en compartirlo todo y en desnudarse por completo en el torrente público y efímero de la vanidad digital. Cuando se persuadió casi a cada ciudadano para que creara su audiencia, muchas veces más imaginaria que real, y se pasara más horas que menos haciéndose selfis. O, peor, exhibiendo irresponsablemente al mundo la vida de sus hijos. Cuando, en fin, los apóstoles de la falsa democratización de la tecnología nos colaron el concepto de vida digital. Anzuelo que tanto la generación Y como la Z, y algún ya talludito early adopter, engulleron con la boca llena, a grandes mordiscos y casi con ansia. Al menos al principio.

Antes de que el pandémico coronavirus nos obligase a digitalizar nuestras interacciones hasta límites antes insospechados, aquella vida digital en un inicio reverenciada y ansiada comenzaba a mostrar síntomas de agotamiento…

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Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 08.04.2020

Las personas evidenciamos cómo somos en cada cosa que hacemos. Ya se trate de la manera de saludar, de la forma en que dialogamos o de la ropa que escogemos. Y el trabajo a distancia no es una excepción. No hay dos maneras de teletrabajar iguales, porque no hay dos personas iguales. Unos seguirán un horario estricto y una rutina estudiada, mientras que otros irán despachando tareas de una manera más caótica. Habrá quien se arregle para trabajar en casa exactamente igual que cuando acudía a la oficina, y también quien escogerá el chándal y las pantuflas como uniforme de teletrabajo. Y lógicamente habrá quien se afanará más, incrementando su productividad, y también quien aprovechará la falta de control para ponerse un poco de perfil y evitar así hacer las tareas más tediosas.

Sea como sea, posiblemente la mejor manera de intuir la personalidad de alguien a través del teletrabajo es por la forma en que aparece ante la cámara durante una videoconferencia. No solo porque esta actividad incorpora nuestra presencia, sino porque es, posiblemente, la herramienta más interactiva y dinámica de las que usamos cuando trabajamos en casa. He aquí algunas de las situaciones que revelan distintos tipos de personalidad en el teletrabajo:

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Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Dirigentes, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 17.07.2019

El debate más importante sobre la era de la digitalización ubicua no es sobre la interacción hombre-máquina, ni sobre la creación o destrucción de puestos de trabajo como consecuencia del auge de los robots. Ni siquiera es sobre la brecha digital. El debate más importante de nuestra era es sobre la libertad.

Vayamos donde vayamos, ya se trate de opciones de ocio y entretenimiento, de cultura y por supuesto de compra, nos topamos con las ubicuas recomendaciones, acechando como buitres, luchando por ganar el lienzo de nuestra conciencia para provocar una conducta que no habíamos planeado y tal vez ni siquiera imaginado.

Hoy día es casi imposible ver una película que un algoritmo no haya recomendado, comprar un electrodoméstico o unas vacaciones sin dejarse influir por valoraciones previas, o pasar más de un día sin atender a los contactos sugeridos en las redes sociales. Todo es recomendación.

En el debate más importante de nuestra era la cuestión central no es si somos libres, porque es obvio que no. La cuestión más relevante es si seguimos queriendo ser libres. En otro tiempo se invirtieron ingentes recursos y esfuerzos para conquistar espacios de libertad. No solo de determinados colectivos y grupos sociales, sino de la humanidad entera. Vivir sin ataduras se consideraba un valor. Quizá el más importante de todos.

Tal vez nunca hemos podido ser tan libres como ahora y, paradójicamente, más hemos mirado hacia otro lado para disimular el hecho evidente de que no lo somos y de que posiblemente hayamos dejado de querer serlo.

La publicidad siempre ha existido. Pero jamás los mecanismos para influir en la conducta y en el pensamiento del ser humano habían alcanzado cotas tan excesivas. Porque no se trata de la insistencia de uno solo de esos influjos, sino de la suma acumulativa de todos ellos: constantes recomendaciones de productos, servicios, amistades, de opciones ideológicas y políticas. Una atmósfera sofocante y absoluta de la que no hay donde esconderse.

Hoy, que el pensamiento crítico ha sido declarado la segunda habilidad más importante en la cuarta revolución industrial por el World Economic Forum, convendría volver a pensar sobre la libertad. Sin apenas darnos cuenta, cada vez que hemos proclamado el credo de la sociedad del bienestar, de la vida fácil, del obtener lo que sea sin apenas invertir tiempo o esfuerzo, hemos ido avanzando por una senda inquietantemente peligrosa. La que deja en manos de otros nuestra conducta y, lo que es más inquietante, nuestro pensamiento. Una senda en la que aceptamos sin apenas valorar o cuestionar.

La visión más distópica hoy día no es ya la de un mundo de robots que aniquilan o someten a los seres humanos. Es la de una humanidad con el pensamiento secuestrado, la de un mundo sin libre albedrío. La de una sociedad que sigue pulsando el botón de lo recomendado arrojando por la borda décadas, siglos de conquista del bien más preciado que teníamos y que no sabemos si hemos dejado de apreciar: la libertad.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 13.03.2019

Además del daño que pueden hacer las diferentes pantallas en nuestros ojos, últimamente existe cierta preocupación por los efectos del uso excesivo de la tecnología en nuestras vidas. Nos sentimos cautivos de lo que otros hacen en las redes sociales y de las reacciones a nuestras publicaciones, nos sorprendemos a nosotros mismos deslizando una vez más el dedo por la pantalla buscando algo de estímulo y, en fin, comenzamos a vernos un poco abrumados por la adicción a la tecnología, uno de los efectos secundarios que parece tener el progreso en este siglo.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 27.09.2017

Cuenta la leyenda que Narciso era un joven tan bello que estaba enamorado de sí mismo. Tanto que, según la mitología, rechazaba a todas las chicas que le pretendían. Salvando las distancias, el mito de Narciso recuerda a esos adolescentes, y no tan adolescentes, que prendados de sus perfiles en redes sociales, les prestan más atención a éstos que a las personas que tienen al lado.

Resulta seductor preguntarse hasta qué punto la adicción a las redes sociales no puede estar degenerando en una especie de narcisismo revisitado, un trastorno del ego inflamado que padecerían las personas que manifiestan las siguientes conductas:

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 13.09.2017

Por diferentes razones, la educación se ha puesto de moda. O mejor dicho, se ha puesto de moda hablar sobre ella. Y muchas de las voces que se oyen, a veces incluso por encima de otras más solventes, no son sino opiniones poco fundamentadas. Uno de los peligros de las redes sociales es confundir opinión con criterio. Opinión tenemos todos, como todos tenemos nariz. Otro asunto más complicado es tener criterio. Aquí van algunas reflexiones a medio camino entre ambos extremos.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 09.08.2017

Para bien o para mal, hoy casi todo está afectado por el uso de la tecnología. Por ejemplo, frente a lo que cualquiera podría pensar, el tiempo que pasamos en los restaurantes es cada vez mayor debido a ella. Hace no tanto, un post anónimo recogía cómo habían evolucionado nuestras costumbres entre 2004 y 2014: para empezar, cuando viene el camarero para tomar la comanda, casi nadie está listo porque todo el mundo está enterrado en su móvil comprobando si alguien ha puesto un «me gusta» en su última actualización. Un poco más adelante, cuando vienen los platos, la gente se entretiene en sacarles fotos hasta que se quedan fríos y entonces hay que calentarlos, con la consiguiente pérdida de tiempo. Eso sin contar las fotos que se sacan los comensales entre sí, o las que piden a los camareros que les saquen. Por último, los clientes se demoran en pedir la cuenta porque están de vuelta en las redes sociales, y al final tropiezan al salir con el mobiliario o con otros clientes porque siguen absortos en sus móviles. Todo esto, parece ser, prácticamente duplica el tiempo que pasamos en un restaurante.

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Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 14.12.2016

Resulta extraño que haya quien se impresiona por la facilidad que tienen los niños para manejar una tablet pero no se asombra de lo rápido que aprenden a hablar. Tan insólito como que haya a quien impacta más la fascinación de los niños por la tecnología que el embrujo que les producen las personas. Es verdad que un niño puede pasar horas jugando con un videojuego, pero también hace décadas podía hacerlo con un trompo y nadie escribía titulares sobre ello.

Hoy, los oráculos pregonan en cada esquina la supremacía de la informática para educar, los adictos no tienen reparos en sumergir en tecnología hasta las pestañas a sus hijos, y algunas empresas sin escrúpulos no ven en los niños sino clientes digitales. Por eso acaso deberíamos recordarnos que no existen estudios longitudinales definitivos sobre el uso de la tecnología en la educación, por el mero y simple hecho de que esta cambia constantemente. Así pues, en la cada vez más desbocada carrera impulsada por la fascinación que inocula la digitalización, tal vez deberíamos detenernos un segundo, y plantearnos luchar por apartar a los niños de intereses puramente comerciales y de las peregrinas ambiciones de quienes sienten más atracción por las máquinas que por las personas. Nadie duda de la potencial bondad de la tecnología en el aprendizaje, ni de la nueva ni de ninguna otra. Sin embargo, un asunto muy diferente es cuál es la influencia de la digitalización en la infancia y la adolescencia. Entre otras cosas porque el término tecnología no es necesariamente sinónimo de educación, como información no lo es de saber.

En realidad, ni los niños son nativos digitales ni los adultos son inmigrantes digitales. Para todos ellos hubo un primer momento en el que la tecnología apareció en sus vidas, de la misma manera en que el cine y el teléfono también lo hicieron en otras épocas. Pero nunca nadie ha utilizado estos hechos para trazar una línea que separe de manera irreconciliable a unas generaciones de otras. Son incontables las ocasiones en que los mismos niños y adolescentes que han nacido en la era digital, y a los que no se sabe quién ha investido de una comprensión suprema de la tecnología, muestran un raquítico conocimiento sobre sus principios y una rotunda falta de capacidad crítica sobre sus contenidos y riesgos, evidenciando ese fenómeno que ya se empieza a llamar la falacia de los nativos digitales.

Décadas de investigación sobre la inteligencia parecen demostrar que las nuevas generaciones son más inteligentes, pero no necesariamente más sabias. La inteligencia que se basa en procesos psicológicos básicos, que tienen que ver de manera directa con fenómenos neuronales, es obviamente mayor en las primeras etapas de la vida. Así se explica la naturalidad con la que los niños se relacionan con la tecnología, así como la vertiginosa capacidad con la que aprenden cualquier otra cosa. Pero la sabiduría, lo que queda cuando se ha olvidado todo, sigue, y seguirá siendo siempre, patrimonio de los que, inmigrantes digitales o no, han caminado muchos senderos, se han equivocado muchas veces, y han comenzado a comprender al fin qué es la vida y cuál es el sentido de la existencia.

Alguien sabio dijo que ningún mundo merece la pena si los niños no están a salvo. Es cierto que el hecho digital constituye una disrupción sin precedentes. Precisamente por ello deberíamos contemplarlo con juicio crítico, manipularlo con solvencia científica, y posicionarnos siempre a favor de lo más valioso que tiene cualquier sociedad, que son sus generaciones más jóvenes.

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com