Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Huffington Post, Inspiración, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 22.04.2020

Conforme la disponibilidad de los datos y nuestra capacidad de análisis han ido aumentando, hemos ido experimentado un acelerado auge de los futurólogos, profesionales o aficionados. Y ya estábamos acostumbrados a que nos detallaran, a ciencia cierta, los efectos del cambio climático, a que nos aseguraran el impacto que, sin duda alguna, tendrá la robótica en nuestras vidas, o a que nos certificaran, con exactitud máxima, lo que será tendencia mañana y en el mañana de mañana. Sin embargo, con la crisis desatada por el Covid-19 la futurología está adquiriendo matices esperpénticos.

Sigue leyendo en El Huffington Post —>>>>

Cambio personal, Ciencia y Management, Conferencia, Dirigentes, Jesus Alcoba, Originalidad, Psicología del éxito, Ultraconciencia / 17.07.2019

El debate más importante sobre la era de la digitalización ubicua no es sobre la interacción hombre-máquina, ni sobre la creación o destrucción de puestos de trabajo como consecuencia del auge de los robots. Ni siquiera es sobre la brecha digital. El debate más importante de nuestra era es sobre la libertad.

Vayamos donde vayamos, ya se trate de opciones de ocio y entretenimiento, de cultura y por supuesto de compra, nos topamos con las ubicuas recomendaciones, acechando como buitres, luchando por ganar el lienzo de nuestra conciencia para provocar una conducta que no habíamos planeado y tal vez ni siquiera imaginado.

Hoy día es casi imposible ver una película que un algoritmo no haya recomendado, comprar un electrodoméstico o unas vacaciones sin dejarse influir por valoraciones previas, o pasar más de un día sin atender a los contactos sugeridos en las redes sociales. Todo es recomendación.

En el debate más importante de nuestra era la cuestión central no es si somos libres, porque es obvio que no. La cuestión más relevante es si seguimos queriendo ser libres. En otro tiempo se invirtieron ingentes recursos y esfuerzos para conquistar espacios de libertad. No solo de determinados colectivos y grupos sociales, sino de la humanidad entera. Vivir sin ataduras se consideraba un valor. Quizá el más importante de todos.

Tal vez nunca hemos podido ser tan libres como ahora y, paradójicamente, más hemos mirado hacia otro lado para disimular el hecho evidente de que no lo somos y de que posiblemente hayamos dejado de querer serlo.

La publicidad siempre ha existido. Pero jamás los mecanismos para influir en la conducta y en el pensamiento del ser humano habían alcanzado cotas tan excesivas. Porque no se trata de la insistencia de uno solo de esos influjos, sino de la suma acumulativa de todos ellos: constantes recomendaciones de productos, servicios, amistades, de opciones ideológicas y políticas. Una atmósfera sofocante y absoluta de la que no hay donde esconderse.

Hoy, que el pensamiento crítico ha sido declarado la segunda habilidad más importante en la cuarta revolución industrial por el World Economic Forum, convendría volver a pensar sobre la libertad. Sin apenas darnos cuenta, cada vez que hemos proclamado el credo de la sociedad del bienestar, de la vida fácil, del obtener lo que sea sin apenas invertir tiempo o esfuerzo, hemos ido avanzando por una senda inquietantemente peligrosa. La que deja en manos de otros nuestra conducta y, lo que es más inquietante, nuestro pensamiento. Una senda en la que aceptamos sin apenas valorar o cuestionar.

La visión más distópica hoy día no es ya la de un mundo de robots que aniquilan o someten a los seres humanos. Es la de una humanidad con el pensamiento secuestrado, la de un mundo sin libre albedrío. La de una sociedad que sigue pulsando el botón de lo recomendado arrojando por la borda décadas, siglos de conquista del bien más preciado que teníamos y que no sabemos si hemos dejado de apreciar: la libertad.

 

Originalmente publicado en www.dirigentesdigital.com

Cambio personal, Ciencia y Management, Dirigentes, Jesus Alcoba, Psicología del éxito / 21.09.2016

Es sorprendente la cantidad de frases rotundas que últimamente aparecen en las redes sociales y que se atribuyen a Einstein. Tantas que da la impresión, seguramente falsa, de que una de estas dos cosas es cierta: o bien hay un alto porcentaje de la población que ha leído sus obras, o bien el sabio dedicó una gran parte de su vida a escribir frases geniales.

Se desconoce a ciencia cierta cómo le hubiera gustado ser recordado, pero casi seguro que no como una fuente de conocimiento enlatado que, junto a su fotografía, con la lengua fuera o no, sirviera de decoración fugaz que apenas durase un minuto en la vida de los consumidores de la era de los smartphones.

Al menos, mal de muchos, comparte destino con otro de los damnificados por esta tendencia a poner en boca de los líderes de pensamiento frases estupendas para que resulten más convincentes, que es Steve Jobs. Si uno u otro hubieran escrito todas las frases célebres que se les atribuyen, quizá ni el primero hubiera descubierto la Teoría de la Relatividad, ni el segundo hubiera lanzado el iPhone, porque no les hubiera dado tiempo.

El contenido en snack es el signo de los tiempos de una época en la cual todo es tan repentino y efímero que no da ni tiempo a citar cuál es la fuente de una determinada frase. Es más, a menudo la fuente no importa o es de solvencia dudosa. La velocidad a la que vuelan las ideas frente a nuestros ojos es creciente, y es inversamente proporcional a nuestra capacidad crítica. Hoy casi nadie pone en duda que una frase que aparece en Twitter sea de Einstein o de Jobs, de la misma manera que hay quien sigue pensando, ante la frustración de los psicólogos, que solo usamos un diez por ciento de nuestro cerebro o, ante la impotencia de muchos médicos, que es cierto el mito de que hay que beber dos litros de agua al día. Nada menos.

El juicio crítico, esa capacidad que junto con la creatividad es la única que no podrá jamás ser imitada por las máquinas, y de la que, también junto con la creatividad, dependen la evolución de la cultura y la sociedad, así como la riqueza de las regiones en el futuro próximo, está tambaleándose, víctima de la velocidad apresurada de los que dan más valor a consumir contenido que a meditar sobre él.

Einstein y Jobs fueron dos personas profundas. Cada una a su manera revolucionaron su mundo, y con ello revolucionaron el mundo. Abrazaron la complejidad y la dificultad, y de ese abrazo íntimo salieron algunas de las ideas más importantes que iluminan el firmamento de nuestro tiempo. Cuesta creer que su legado se convierta en un puñado de frases que, falsamente atribuidas a ellos o no, atraviesan veloces las redes sociales junto con anuncios de rebajas en los grandes almacenes, cupones de descuento o, peor aún, selfies que evidencian la supremacía del culto al narcisismo por encima de la lectura, la reflexión y el juicio crítico.

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.com